Terapia para el venezolano (II/III)
Segunda parte de la conversación con Manuel Llorens, en la que habló de la corrupción en el fútbol, lo que el mismo aporta a la sociedad y cómo este funge de espejo dentro de la misma
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En Venezuela el fútbol ha cobrado cada vez mayor importancia. Al margen del apoyo a la Vinotinto, en sus diferentes categorías, la afición anhela aquel paraíso de glamur que parece esconderse detrás de la pantalla del televisor cuando transmite fútbol internacional. Es común, por ejemplo, que en Venezuela sean Trending Topic en Twitter, cada fin de semana, muchas palabras relacionadas al acontecer en el fútbol nacional y, sobre todo, mundial.
Ahora bien, ¿qué tiene de atractivo ver y seguir el día a día de adultos que han supeditado casi toda su vida a una pelota? ¿Por qué el fútbol, apoyado en la globalización, ha logrado ser un medio para diferentes fines políticos, religiosos o sociales?, y más importante aún: ¿qué importancia tiene hoy en día el fútbol en la sociedad venezolana?
“Juan Pablo II solía decir que de todas las cosas sin importancia, el fútbol es, de largo, la más importante. Ahora bien, dicho esto, hay cosas que son de vida o muerte, ¿no? En este momento, bueno, el conseguir acetaminofén y que los hospitales funcionen, de eso depende la vida de gente que se está muriendo, ¿no? El que no haya tantas armas en la calle, el que haya un sistema judicial que funcione, son las prioridades para el país; y que el equipo de fútbol gane, puesto en perspectiva, bueno, no es tan importante, ¿sí?, no es tan importante. Si me pusieras a mí a escoger entre ir a un Mundial y que funcionara el sistema judicial, yo preferiría que funcionara el sistema judicial. Dicho esto, el fútbol mueve al mundo, y todos los que estamos en el fútbol lo sabemos, y hay una posibilidad real de transformar cosas a través del fútbol. Yo creo que en Venezuela hemos vivido la transformación del país a través del fútbol. Y no me refiero solo a la afición, porque creo que el que la selección haya empezado a tener los resultados que tenga, y que el fútbol haya empezado a tener la atención que tiene, ha creado, por ejemplo, empleo. Para que las páginas –web– puedan seguir el fútbol y haya gente que pueda vivir con eso, es un proceso que surge porque se sembró pasión, ¿no? Entonces, transforma materialmente las vidas de gentes. Los chamos que trabajamos en juveniles que después han tenido una carrera brillante, y que entonces son unos tipos que tú ves que han tenido una experiencia de vida profunda, que han vivido la experiencia competitiva, que son unos tipos con una fuerza personal muy grande. He visto vidas transformadas, y he visto comunidades transformadas”.
Es posible que el fútbol sea una metáfora de vida o un espejo que nos refleja como sociedad. Llorens, por ejemplo, durante Brasil 2014, en un artículo para el UCABISTA sobre el mordisco de Luis Suárez a Giorgio Chiellini, escribió: El fútbol pone pequeñas pruebas metafóricas para evaluar cómo reacciona la humanidad a distintos dilemas morales. Algunos salieron raspados. En Venezuela, el reciente despido de Richard Páez, la desidia en la FVF y la violencia entre barras, parecen ser la representación de esos problemas que experimentamos en el día a día del acontecer nacional en cualquier rubro.
En Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, el autor establece un símil entre su vida y su equipo, el Arsenal inglés. Pocos hinchas tendrán la capacidad narrativa y reflexiva de Hornby, gracias a la cual, en 1992, se publicó un magnifico relato que demuestra hasta qué punto el hincha usa al fútbol como espejo:
(…) Renuncié alegremente a mi trabajo de profesor para dedicarme por completo a escribir; quince días más tarde, el Arsenal fichó contra todo pronóstico a Charlie Nicholas, el jugador más famoso del momento del fútbol británico (…). Con Charlie en el equipo, me dio por pensar que de ninguna manera podría fracasar yo con los ingeniosos y sensatos guiones que había empezado a escribir (…).
Ahora es sencillo darse cuenta de que nunca debía vincular la trayectoria de Charlie con la mía, pero en aquel momento se me antojó irresistible. El optimismo de Terry Neill y de Don Howe, por no hablar de la prensa, me arrastraron (…), así que muy pronto me fue facilísimo creer que los periódicos en realidad estaban hablando de mí.
“El fútbol es como teatro. Es como ir a una obra de teatro, pero que tú no sabes cómo va a finalizar, ¿no? Lo que hace es que representa las pasiones de la sociedad; y la gente entonces se mueve o vive por el gol, por el resultado, pero en el fondo tiene que ver con sus dramas personales, ¿no?, tiene que ver con su situación. La sensación de frustración que puede dejar la selección cuando no gana, creo que es la sensación de frustración del país que no siente que termina de poder lograr algunas cosas que necesita para sentirse orgulloso de su identidad. Entonces sí, yo creo que el fútbol es un drama; es un drama sobre la competencia, es un drama ético-moral, y ¿qué es lo que es y no es válido para ganar un partido?, ¿qué es lo que consideramos que es garra, y qué es lo que consideramos que es locura?”
El fútbol nos desnuda. Por eso ha sido usado de medio para justificar tantas atrocidades en lugares tan diversos del mundo que solo tienen en común la locura y el fútbol. Pero, en contraposición, y más allá de ser una fuente de empleo, en el aspecto del desarrollo personal/moral ¿qué aporta el fútbol a la sociedad?
“Puede aportar, en los positivo, como pocas actividades, una noción verdadera de lo que es trabajar en equipo –Llorens procede a hacer una comparación con el béisbol luego de afirmar que, parafraseándolo, el fútbol tiene un sentido colectivo casi único. Continúa– (…). Con el fútbol, le decíamos a los chamos: ‘Si nuestra generación no tiene un buen Premundial, olvídense de que va a venir un scout a seleccionar a nuestros jugadores’. Nosotros hemos tenido muchos scouts que han venido a seleccionar a nuestros chamos, cuando esa selección ha tenido buenos resultados (…). La gente que trabaja en el fútbol, con los años, tiene un espíritu de trabajo en equipo verdadero”.
“(…) El tema de la disciplina personal –continua enumerando aportes del balompié–, que la ofrecen todos los deportes. La sensación de que yo me tengo que comprometer con cosas para sentir el avance (…). El tema de que, y eso no siempre se cumple, el tema de que las reglas son importantes para que funcione la actividad. Que solo si nosotros aceptamos unas reglas de juego, el juego tiene sentido. Si yo gano, pero a la final sé que la situación estuvo trucada, llega un momento en que dejo de jugar. ¿Para qué, si yo sé que el árbitro está vendido? Por eso, esos temas de corrupción en el fútbol son muy importantes, porque si en algún momento empieza a ganar terreno la corrupción en el fútbol, la gente empieza a sentir ¿para qué voy a jugar?”
¿Existe la corrupción en el fútbol? “¡Seguro que existe! ¡No me queda ninguna duda que debe existir!, porque la corrupción es un mal humano, ¿sí? Y donde está el ser humano están las posibilidades de corromper las situaciones. Personalmente, solo tuvimos una experiencia, muy dramática, de un equipo tratando de negociar un resultado con nosotros en unos juegos de premundiales”, ¿con la selección mayor?, “No, en las selecciones juveniles. Y eso me sorprendió muchísimo; y esto es un capitulo que te puedo contar con calma, si quieres, pero es un capitulo que estoy escribiendo –habrá que leer, entonces, su próximo libro–. Pero, lo que te quiero decir, es que no es algo que yo he visto con frecuencia, pero sí tengo un ejemplo muy concreto de tratar de negociar un partido fuera del espíritu deportivo, ¿no?”
Antes de caer en el tema de la corrupción, estábamos hablando de la importancia del trabajo en grupo. Llevemos eso a Venezuela: “Al venezolano le cuesta pensar que tiene que ceder parte de su protagonismo para que se alcancen cosas más grandes, inclusive para uno mismo, pero haciéndolo a través del grupo. Eso no nos resulta fácil de entender. Y eso creo que tiene que ver con una sociedad que no ha avanzado como las sociedades más maduras en ese sentido, donde tienen muy claro que pagar impuestos tiene un sentido real de mejoría; y el que cobra impuestos, y el que paga impuestos están en el mismo equipo. Mientras que aquí no: el que me cobra el impuesto se roba los riales y el que paga el impuesto siente que va a tratar de truncar para que no le quiten los riales”.
¿Y dentro de un vestuario lleno de jugadores, como él mismo dijo, “tomados por su propia imagen de jugadores de élite”, es viable pensar que alguno podría ceder protagonismo? “El fútbol te forma. El fútbol tiene la capacidad de formar ciudadanos. Si tú tienes un entrenador que está claro, que en el fondo es un entrenador que quiere ganar, eso significa que para el entrenador su criterio siempre pasa por el ¿cuáles son los jugadores que me van a permitir ganar este partido?, y no se corrompe con otros criterios, si tú tienes un entrenador que tiene eso, entonces, tú puedes montarte honestamente sobre ‘aquí se compite’, y es bueno que ustedes tengan deseos de ganar, y es bueno que ustedes quieran ser protagonistas; nosotros necesitamos que todos ustedes quieran ser protagonistas y es bueno que empujen para serlo; y al mismo tiempo sepan que, en el momento que no les toca, ustedes tengan la grandeza de decir ‘Yo en este momento no soy el protagonista’ y apoyar al que sí lo es; y tengo que ser el tipo que respalda al compañero, porque si él es el protagonista y nos va bien, entonces va a ser bueno para mí a la final”.
Cuenta, para ejemplificar, cómo Dani Hernández apoyó a sus compañeros durante la Copa América Argentina 2011, aun sabiendo que sus posibilidades de jugar eran casi nulas. Y luego, cómo Renny Vega, quien había tenido muchos minutos de gloria con la Vinotinto, supo asumir su rol de suplente de Dani y apoyarlo a él y al equipo en la recta final de la Eliminatoria rumbo a Brasil 2014.
Las palabras del otrora psicólogo de la selección resultan muy bonitas; sin embargo, me parece que está soslayando algo: al final este trabajo en equipo es para un único fin, vencer al rival. ¿No fomenta el fútbol el tribalismo? “Depende de cómo lo manejes. Sí lo ha llegado a hacer muchas veces, ¿no? Y me imagino que también te refieres a las barras bravas y a la violencia en los estadios. Y sí, es un problema grande. Y es un problema que tiene que ver con no darse cuenta de que el deporte es una herramienta para la formación de ciudadanos, que es una herramienta para entender cosas de la vida, ¡y que no es la vida misma!, ¿sí?, es una parte de la vida, es una parte que tiene que ver con la representación de la competencia".
"Tú necesitas a tu rival. Si tú no tienes rival, si tú lo aniquilas, si tú lo matas, se acabaron las ligas de fútbol. Ya no hay fútbol. Si tú ganas la partida, porque tú sacaste una pistola, y dijiste ‘Yo soy más guapo que tú’ y tú matas a tu compañero, se acabó el fútbol, ¿sí? Tú necesitas a tu rival. Tu rival no es tu enemigo, es tu rival. El pensar que tu rival es tu enemigo es empezar a enloquecer, es perder la perspectiva de las circunstancias. Ahora, que hay fuerzas comerciales, que hay razones sociales, que hay elementos políticos que a veces empujan en esa dirección, es un drama, y es algo que si no se atiende va sembrando una situación muy grave como la que tienen en Argentina: que tienen una situación con el fútbol maravillosa pero que también tienen una cantidad de muertos que van acumulando. Es trágico, es trágico. Y yo creo que a la liga –venezolana– todavía le falta mucho por hacer para darse cuenta que ahí hay una labor en el lado de la formación de ciudadanos en la que tienen que hacer más énfasis”.
Me dispongo a empezar a hablar. Con la una mirada reflexiva, me interrumpe: “Pero los deportistas son los que menos caen eso, me parece a mí. O sea, yo veo a los futbolistas… ¿por qué?, ¿qué pasa? Tú vas a jugar contra un equipo contra el que tienes una gran rivalidad, y tú le quieres ganar, y tú vas a usar toda tu agresión para entrar más duro a la pelota, y poder correr más rápido, y poder defender cada metro que te toque; pero, después, cuando se termine el partido, el que está del otro lado es el que juega contigo en el mismo club, o fue tú compañero cuando estabas pequeño; se conocen, han convivido; entonces, es imposible que cuando termine el partido el tipo siga pensando que el objetivo es algo distinto a tratar de ganar un partido de fútbol, ¿no?”
Tal razonamiento parece esquivo a casi todas las barras del país; especialmente a las del Táchira y Caracas, las cuales se enfrentan entre ellas con una pasión que evoca el tribalismo de una manera ridícula y primitiva; más aún cuando los jugadores pasan por uno y otro equipo sin que esto les suponga algún trauma. Casi todos los grandes futbolistas de este país se han vestido de aurinegro y de rojo; algunos, incluso, han protagonizados traspasos directos, como fue este semestre el caso de Giacomo Di Giorgi, quien fue fichado por el Caracas directamente del Deportivo Táchira.
Debido a esa locura desatada hacia los colores de un equipo de fútbol es que los políticos venezolanos, de todos los bandos, han usado el símbolo de la Vinotinto para su causa. Salen en ruedas de prensa usando la chaqueta o la camiseta de la selección; lo cual no deja de ser una muestra de la importancia que ha adquirido la misma dentro de nuestra sociedad.
Antes de hablar con Llorens no esperaba que mencionara algo sobre el uso político que se le ha pretendido dar a la Vinotinto, pero él me contaría algunas cuestiones interesantes de las cuales no hay muchas referencias previas.
De lo que sí esperaba hablar era de César Farías, de las actitudes que lo caracterizaron, y de cómo lo evaluaría él desde la perspectiva de un psicólogo y, además, amigo y compañero. De eso, junto a la fama de indisciplinado que tiene el futbolista venezolano, me hablaría sin demasiado escozor. De hecho, tal como escribí en la primera parte, solo hubo una pregunta que se negó a responder.
Todo eso lo contaré en la tercera y última parte de este trabajo.