HOLA, VENEZUELA, LEVANTO MI VOZ (carta de Richard Páez)
Por Richard Páez Monzón
A mis 60 años le agradezco a Dios las bendiciones recibidas en este viaje de la vida; ha llegado mi tiempo de evaluación y reflexión, donde se piensa que se ha visto todo, se revisa en la memoria lo transitado con tanto esfuerzo; uno reflexiona que hemos llegado a la etapa en donde se debería recibir generosidad y consideración por el futuro angosto que nos queda, pues no, en esta Venezuela bizarra suceden cosas incomprensibles que decepcionan nuestro gentilicio, y uno se pregunta: ¿dónde estás respeto? ¿Dónde estas vergüenza?, por eso hoy, Venezuela, levanto mi voz.
No fue suficiente con la primera bofetada recibida del fútbol venezolano en el 2007, cuando salí abruptamente de la Selección Nacional, de mi querida Vinotinto, luego de haber sembrado la semilla de la dignidad, del orgullo de sentirse venezolano y plenar de alegría el corazón de todos los que nos duele Venezuela. La resistí en silencio y me fui, me aparté para que otros recogieran la cosecha y heredaran la responsabilidad de continuar la labor que hoy sigue dando frutos.
Pasaron 5 años de separación, viviendo la experiencia de dirigir internacionalmente por primera vez para un venezolano, representamos a Venezuela con grandeza, fuimos campeones con Millonarios en Colombia, supimos que es trascender con nuestro gentilicio fuera de nuestras fronteras, le dimos orgullo a este país.
Retornamos al fútbol profesional de Venezuela con la misma pasión, acompañado de hombres capacitados, pero cargados de humildad para compartir los triunfos y derrotas por venir; traje hombres de fútbol para el fútbol, vine con el Prof. Jorge Durán, brillante e insigne trabajador, incansable en su maestría; Amleto Bonaccorso con evolución en la compleja labor de asistente técnico y a Yohani Velasquez, preparador de arqueros, excepcional y generador de cambios evidentes en sus dirigidos.
Concretamos triunfos, aprendimos de las pérdidas en el campo de juego, el fútbol es así, se gana, se empata o se aprende, nunca se pierde, siempre se aprende. La alegría se reflejó en la cara de los guayaneses por el buen juego desarrollado, la respuesta de mis jugadores en la cancha nos encendió la esperanza del campeón, se iluminó Cachamay con todo su esplendor para recibir de nuevo, tras 24 años de frustraciones aquel domingo 15 de diciembre del 2013, cuando fuimos campeones del Torneo Apertura, todo San Felix, Puerto Ordaz, Upata, Tumeremo, Ciudad Bolívar, El Callao y circunvecinos se convocaron en el estadio para disfrutar este título logrado.
Mantener un nivel ganador con números positivos en todas las facetas de evaluación es distinción de equipos diferentes y especiales; y así quedamos como el mejor equipo en la tabla acumulada, con la valla menos vencida, pasamos a la segunda ronda de la Copa Suramericana y tuvimos la mayor asistencia de público en las gradas.
Renovamos con Mineros de Guayana para prepararnos hacia el futuro de la competencia internacional bien ganada, la Copa Libertadores 2015, luego de 36 partidos invictos en Cachamay -racha histórica de la institución- nos visitó la primera derrota de Mineros en su casa, aderezados por una desatención organizativa en la parte dirigencial, el retraso de cancelación de pagos con jugadores y técnicos calentó el ambiente del camerino, una lista de lesionados, se combinaron a fuego lento, para darle paso a la inmediatez en mentes advenedizas de nuestro malogrado fútbol nacional.
Todo se atropelló con la segunda derrota seguida, en un equipo acostumbrado a ganar, era la oportunidad sigilosamente esperada para darle paso a la vergüenza y al irrespeto, esta terrible decisión tomada a horas oscuras, no les dio tiempo para comprender lo que iban a cumplir, no imaginaron consecuencias, ni respuestas. No se preguntaron: ¿dónde estás ética? ¿Dónde estas gratitud?, no se preguntaron nada, sólo querían consumar la emboscada y de qué manera, sin modales, sin anestesia, sin sopesar quien era el personaje, sin pensar en Venezuela, porque no han entendido que el nombre de Richard Páez significa Vinotinto, significa Venezuela y eso hay que cuidarlo.
Hoy levanto la voz por los entrenadores venezolanos y extranjeros que laboran en el país, lo hago por Noel San Vicente actual seleccionador de la Vinotinto para fortalecer su responsable labor, por el respeto que le tengo a los jugadores que se entregaron, por los dirigentes de nuestro fútbol que saben de lo qué hablo, por mis compañeros del cuerpo técnico que recibieron la humillación en carne propia, lo hago para que los valores no pierdan su importancia.
Expreso públicamente mi agradecimiento a Teodardo Porras, Julio Fuentes Manzuli, Jose Dicciola, Gaetano D’Elia y lo que ellos representan, miembros de la junta directiva que me manifestaron personalmente la extrañeza de tan absurda decisión y mi gratitud eterna a la hinchada negriazul, que no pudo ser contenida éste domingo pasado en Cachamay para gritarle al mundo su indignación por mi destitución intempestiva.
Al fútbol venezolano lo debemos cuidar todos, preservar su imagen, proteger sus integrantes, incluirnos en un proyecto integral para hacernos crecer desde las bases, multiplicar las academias de fútbol en la geografía del país, consolidar el proyecto vinotinto, debemos sumar y multiplicar no restar, y mucho menos dividir. Cumpliendo esta lista de deberes, y otros en beneficio proporcional al objetivo final de clasificar a Venezuela a un mundial, nos daremos por satisfecho.
Quisieron dañarme, quisieron humillarme con la lamentable y vergonzante decisión, pues les digo, no lo lograron, dejamos una estela ganadora traducida en el 63.27% de efectividad, tras 74 partidos con Mineros de Guayana y un legado en mis jugadores e hinchada negriazul de lecciones de ética, respeto y fútbol.