Del 23 de enero hasta málaga: roberto rosales, éxitos silenciosos
Se oficializó el traspado de Roberto Rosales al Málaga de España
Pocos, muy pocos son los casos en los que se dice que alguien lo tiene literalmente todo para triunfar. Un entrono familiar fuerte, mucho talento, disciplina y perseverancia. Esto sumado a la fortuna de haber tomado las decisiones correctas. Robertico Rosales, desde niño, tenía trazado el camino hacia el éxito.
Lo suyo era el regate y los goles. Un diferente. “Robertico tenía 17 años y era titular aquí con la Segunda”, dice Junior Bastidas, ex compañero de Rosales y actual entrenador de Deportivo Gulima, escuela que hoy se sigue enorgulleciendo de su hijo prodigo, “Yo jugaba con ese chamo y lo veía marcar goles todos los fines de semana. Yo decía: no puede ser. Este chamo juega mucho”.
Pero lo de Rosales, a diferencia de muchos grandes jugadores, no está manchado por un ego descontrolado. “Ese chamo siempre viene, es burda de humilde”, comenta otro entrenador de Gulima, escuela que pasa por días grises, disímiles a aquellos en los que disfrutó del talento de Rosales e, incluso, de Salomón Rondón.
Ya lo decía Richard Páez, cuando lo llevó a la selección absoluta, el joven caraqueño destacaba por su humildad, perseverancia y entrega. De esos jugadores que da gusto ver entrenar. Esas virtudes le ayudaron al retroceder su posición a la del lateral derecho, al llegar a la Vinotinto sub 20, pues en Gulima siempre jugó de volante.
Se iría al Caracas y el 5 de noviembre de 2006, frente al Aragua, Noel Sanvicente lo haría debutar en Primera División. Ya era titular fijo en el Caracas B. Chita hizo, además, una premonición que no se cumpliría: señaló a Rosales como el lateral derecho para el equipo capitalino en las próximas temporadas. El buen trabajo del jugador impidió su consolidación en la máxima categoría: tras el Sudamericano sub 20 de 2007 se iría a Bélgica.
Y quizá por no ser el consentido de las campañas de marketing, se suele olvidar que es uno de los pocos venezolanos –con el perdón de Arango– que tras irse a Europa no ha conocido el banco de suplentes.
En mayo de 2007, firmó su primer contrato fuera de Venezuela. Fue con el KAA Gent de la Primera División de Bélgica. Allí daría inicio una hermosa melodía de triunfos con él cada vez tomando mayor protagonismo.
En el 2008 disputó y perdió la final de Copa. En el 2010 se colgó la medalla de plata de la Liga de Bélgica; también se convertiría en el segundo venezolano en conseguir un título en Europa –después de Fernando de Ornelas–, recibiendo la medalla de oro alusiva a la Copa de Bélgica.
Los éxitos de Rosales se seguían con orgullo en Venezuela. Aunque más se esperaba de uno de los jugadores venezolanos más talentosos de la última década: Ronald Vargas. A Ronita lo conoció en el Caracas. Coincidirían en Bélgica desde el 2008. Venezuela esperaba que el regateador de Guatire llegara a un club grande, de esos con los que sueñan todos los niños en del mundo, pero las lesiones irían mermando sus posibilidades. Mientras tanto, el bendecido Rosales, cada vez más afianzado, empezaría a recibir ofertas.
En el 2010 seguiría a su entrenador en el Gent rumbo al Twente de Holanda. Se convertiría en el primer venezolano en jugar la Primera División de aquel país. Y como eso de los records se le da bien, también sería el primer venezolano en disputar la fase de grupos de la Liga de Campeones. Quedará en la memoria el buen partido que le jugó al campeón defensor, el Inter de Milan; además del gol marcado ante el Tottenham Hotspur, en la última jornada de la fase de grupos.
Nadie le podrá quitar el honor de ser el primer venezolano en marcar un gol en Liga de Campeones; pese a esto, pocos recuerdan hoy la emoción con la cual circuló en la redes sociales la fotografía tomada al cromo de Rosales en el álbum Panini de la Liga de Campeones.
Expectativas seguían cayendo sobre los hombros de otros venezolanos. Tomás Rincón, Salomón Rondón, Yohandry Orozco, por ejemplo. Aún así, era Rosales quien seguía encontrando regularidad. Subcampeón de la liga 2010/11, campeón de Copa en la misma temporada y a la postre también de la Supercopa, siendo titular regular desde su llegada al club.
En el Twente alcanzó la madurez. En la selección se hizo un puesto fijo luego de esquivar los soeces prejuicios iniciales que lo catalogaban como un lateral demasiado ofensivo. La Copa América de Argentina 2011 fue la graduación. La madurez que galantea la ha permitido desempeñarse, incluso, como lateral por izquierda.
En la parroquia del 23 de Enero, lugar en donde vivió hasta mudarse a Europa, más de uno celebra el ya oficializado traspaso al Málaga, de la liga española. Proviene de una familia de futbolistas –Oriana Altuve, prima; Aileen Rosales, hermana; Roberto “Chicho” Rosales, padre–, por lo cual seguramente tal traspaso será asumido con especial ensoñación.
Atrás quedaron esos días en los que cosechaba elogios con la camiseta de Gulima, en los que prometía una carrera exitosa mientras jugaba en el Caracas y era llamado a la sub 20 Vinotinto; en el recuerdo se guardan las partidas de PlayStation jugadas con Ronald Vargas en Bélgica; y para lo inexplicable –o explicable desde el marketing– queda la interrogante de por qué su nombre no ha alcanzado el mismo estatus de otros vinotintos con más altibajos. Hoy, Roberto Rosales, en plena madurez, parte orgulloso a España. Mantendrá los pies en la tierra, el orden en su vida y las ganas de triunfar que lo han caracterizado desde niño. El talento lo tiene, por lo cual, los éxitos seguirán llegando.