Copa libertadores: lo importante es participar
Copa libertadores: lo importante es participar
Internacional

Copa libertadores: lo importante es participar

Lizandro Samuel
2014-01-31 07:11:38
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Caracas perdió el partido de ida frente a lanús 0-2

Con esa frase –no sé si la misma responde a un perdedor resignado a su condición o algún tipo de pedagogía infantil– parecen salir a competir la mayoría de los equipos venezolanos año tras año a cada evento internacional; pues resultaría una utopía pretender aspiraciones mayores no sólo con lo precario de nuestra liga, sino también con las autolimitaciones a veces impuestas por los propios cuerpos técnicos.

Eduardo Saragó, en chaqueta, camisa y zapatos de vestir, no se vestía para una gran cita, sino para un funeral, de ahí la camisa negra. Lanús, por su parte, hacía varios años que no pisaba el Olímpico, desde la época de Eduardo Salvio; por eso, un equipo lleno de nuevas caras tanto en el banquillo como en el campo de juego, se sorprendería, el día miércoles al hacer el reconocimiento de cancha, de lo amateur de las instalaciones, mismas las cuales debieron ser desalojadas por los estudiantes universitarios para que ellos pudieran trabajar.

El funeral al que asistiría el metódico D.t sería el de su equipo: como un espejismo de la otrora selección nacional de Cesar Farías, da la sensación de que en ocasiones pretende gestionar o controlar en demasía los aspectos del juego ligados a la improvisación, como si se pudiese decir: “No voy a dejar que me marquen en el primer tiempo, para marcar los goles en el segundo tiempo en el minuto tal y tal”; oh, no, el fútbol no funciona así.

El fútbol es un payaso de la ironía, por ende resulta curioso que el equipo del técnico que “más prepara la pelota parada” (¿No es ese el fuerte de todos los equipos de Saragó?) recibiera un gol de pelota parada, con Lanús caminando, sin despeinarse; con Otero recibiendo siempre en su propio campo; Reinteria corriendo por correr; e Isea sufriendo, buscando socios, aletargado ante su soledad y la magnitud del rival.

De nada serviría la experiencia de Tucker, quien fue el más insistente en el reclamo de un penal que no debió ser.

En el segundo tiempo el árbitro señala el área roja, una injusticia intrascendente para las escasas armas locales: con o sin el penal, no había manera de darle la vuelta al resultado. Por eso, los aspavientos de Tucker escondían desgana, reclamando “por no dejar”, por honor, valentía, orgullo, y por todos esos tópicos a los que se recurre cuando se es inferior a un rival.

En los huecos de la cancha se quedó atascado el honor de Cariaco, Otero y compañía. Frustrados. El Olímpico se iría vaciando, antes incluso del final del cotejo, con una aroma de “se pudo hacer más”, probablemente, con otro planteamiento.

Hay quienes afirman lugares comunes: el campo (Malo para los dos), la falta de experiencia (¿Eso justifica un partido mal planteado?), o el nivel de nuestra liga (Todos nos quejemos, pocos contribuyen a aumentarlo), y una larga perorata.

El título de Mineros de Guayana, en el pasado Apertura, se aplaude por salirse de la apatía rutinaria de los equipos locales, misma la cual ahogó a Caracas en el partido de ida frente a Lanús. Mineros se aplaude porque aunque los maltrechos campos venezolanos también le afectan, verlo cuidar la posesión en campos como el Olímpico y el Brígido nos recuerda que siempre se puede hacer más, sobre todo cuando se tiene recursos –como los tiene esta plantilla del Caracas–; al final, se puede perder, ganar o empatar, lo importante no será participar, sino competir; y eso, frente a Lanús, no lo hizo el Caracas.