El silencio de las gradas
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El silencio de las gradas

Eduardo J. Pérez
2014-01-17 09:27:34
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Poco más de 20 mil aficionados atrajo la primera jornada del Torneo Clausura de la Liga Movistar

Menos de quinientas personas de uno de los barrios más populosos de América Latina, quizás el más grande, se atrevieron a pagar una entrada para presenciar el debut de su equipo. Así de paradójico es el comienzo del Deportivo Petare, cuyo partido reprogramado da fin a la primera jornada del Torneo Clausura. 

Ese es sólo un ejemplo de las contradicciones que todavía envuelven a nuestro fútbol, en el que las fechas incompletas, los calendarios que no se cumplen y el silencio ensordecedor de las gradas, hacen de la selección nacional y sus triunfos, un simple espejismo al lado del torneo local. 

Imaginen por un instante, la posibilidad de disfrutar de una buena película en una solitaria sala de cine. Es algo que seguramente agradeceríamos, pues esa como muchas otras expresiones artísticas, representan a fin de cuentas experiencias individuales. Pero el fútbol, para muchos también un arte, es desde su concepción de dos equipos en cancha y la asociación mediante un balón de once extraños, una experiencia colectiva en donde los espectadores tienen un rol protagónico. 

Un estadio silente, es como un árbol enfrentando la llegada del otoño. Posiblemente, si el objetivo es estudiar al detalle la táctica y la estrategia de una determinada oncena, la soledad no afecta tanto, pero el fútbol va más allá de los fríos análisis, es pasión y esa emoción se expresa en el grito de gol de miles de voces en perfecta sincronía y sin ensayo previo, en los respectivos cánticos de las barras, en el lamento por la oportunidad perdida e incluso en la tensión presente en cada rostro, que aunque no lo parezca también se escucha, y es lo que le da vida al engramado y colabora de manera decisiva en el crecimiento de cada dorsal que lo pisa. 

Es requisito ineludible para el desarrollo del fútbol venezolano, contar con estadios llenos. Pero esa meta que hoy parece casi utópica, evidentemente no es nada sencilla de lograr, al público hay que ofrecerle un buen espectáculo, recintos deportivos en perfectas condiciones, cero violencia, una logística adecuada en todos los aspectos y lo más importante, un alto nivel de juego. Todo va entrelazado, una cosa lleva a la otra, y es por eso que “equipos de maletín” no atraen ni atraerán nunca al público, una verdad que deben entender aunque no quieran, esos empresarios metidos a “hombres de fútbol”. 

Nuestro torneo no aguanta más decepciones, clubes quebrados, absurdos cambios de nombre, “proyectos” de corto plazo o terribles mudanzas inesperadas. El deporte de los noventa minutos es una cuestión de arraigo, sentimiento y tradición, y definitivamente nada de eso se construye sólo con dinero, pues si bien casi todo se puede comprar, la pasión es un privilegio que escapa a esa incómoda realidad.