Despertando del sueño (Venezuela 1-1 Paraguay)
Despertando del sueño (Venezuela 1-1 Paraguay)
Vinotinto

Despertando del sueño (Venezuela 1-1 Paraguay)

Lizandro Samuel
2013-10-11 19:49:14
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Lo que dejó el Venezuela-Paraguay

  1. Hace tiempo algún morboso hizo circular en la red la falsa versión de que en el verdadero capítulo final de la serie animada Súper Campeones (Cápitan Tsubasa), el protagonista, Oliver Atom, despierta en un hospital diciéndole a su madre que había tenido un sueño muy lindo: jugaba en la selección de Japón llegando al umbral de ser campeones del mundo. La escena en la cual Oliver abre los ojos, supuestamente, es la continuación a ese primer episodio en el cual estuvo a punto de ser atropellado por un carro. Según la morbosa (Y hay que ser muy macabro para maquinar algo así) teoría, Oliver se salva pero sus piernas no, y las mismas le son amputadas; entonces, todo el transcurrir de la serie –que va desde la niñez de Oliver hasta la adultez, forjando una exitosa carrera en el fútbol profesional– resulta ser un sueño mantenido mientras estaba hospitalizado.
  2. Venezuela es el país de la ilusiones, al menos en lo referente al fútbol. Nuestra liga profesional brilla por su mediocridad y bastaría leer sobre otras ligas extranjeras para darse cuenta de que lo que aquí se juega es una imitación de fútbol profesional. Nos falta mucho. Pero todas esas limitaciones a veces se olvidan por el inminente crecimiento de la selección: se han arrancado las últimas tres Eliminatorias con la consigna de clasificar. Todos nos imaginamos el Gloria al Bravo Pueblosonando en un Mundial. Tal como a Oliver, en esa macabra versión, nos toca despertar constantemente.
  3. Los primeros minutos mostraron un intercambio posicional constante entre Yohandry, Arango y Otero; Josef rompía constantemente para permitirles la entrada. Equipo corto: la transición ataque-defensa mostraba a los jugadores locales muy cercanos uno de otros, por lo cual las recuperaciones se producían casi de inmediato. A Paraguay la pelota le duraba poco y sólo conseguía avanzar una vez roto el pressig, y la primera línea de presión, tras la pérdida; en esos casos el repliegue se producía, en ocasiones, a destiempo, facilitando las escaladas hasta la zona 1 Vinotinto. El paso de los minutos hizo que ese repliegue fuese cada vez más lento.
  4. El gol de Paraguay responde a tres errores: primero, el jugador quien da la asistencia dispone de demasiado tiempo y espacio para pensar, nadie lo achica, Lucena lo ve de soslayo; segundo, Alexander está mal posicionado, no está en línea con el resto de su defensa, descuida su espalda y queda mal parado en su intento de intercepción; tercero –y este es debatible– el resto de la línea de fondo está justo en línea con el jugador paraguayo, ¿convenía un achique?, un paso más hacia adelante y lo dejaban en fuera de juego.
  5. Tras el gol se inicia un progresivo debacle anímico en los jugadores venezolanos: una especie de letargo colectivo, sólo roto por puntuales búsquedas del uno contra uno, los abruma. Existe una orden directa de hacer jugar a Yohandry una línea más adelante, lo que provoca una ruptura en el circuito de permutas Arango-Yohandry-Otero. Las posesiones pierden cierta calidad ganando monotonía.
  6. “El fútbol es un estado de ánimo”, dice el comentarista argentino Quique Wolf; “El fútbol es de momentos”, explica el entrenador argentino Ángel Cappa. Venezuela a lo largo de toda la Eliminatoria, desde hace varios años si me apuran, fue un quipo muy emocional. Con respiraciones agitadas, los jugadores encontraron lo mejor de sí estando contra las cuerdas, necesitando una acción heroica, cuando se perdía la fe o bien en la euforia desmedida. Esos momentos de altas cargas anímicas enchufan a los jugadores, lamentablemente rara vez se alcanzaron estados sublimes de juego desde la tranquilidad.
  7. El partido frente a Paraguay ratifica lo anterior. Tras el entretiempo, a sabiendas de la victoria parcial, y posteriormente definitiva, de Ecuador frente a Uruguay, los jugadores entran a la cancha con electricidad corriéndole en las venas: quieren ganar, hay la voluntad explícita de encontrarle la vuelta al partido.
  8. El partido de Otero fue de momentos, y la mayoría estuvieron llenos de imprecisas ejecuciones técnicas. Alexander fue el más desequilibrante en el uno contra uno; hay que saber ir más allá, pues la superioridad generada tras eliminar a un rival la descompensó, en varias ocasiones, con decisiones erradas: a veces debía pasar y siguió encarando, en otras encarar y ejecutó un mal pase, y ni hablar de centros imprecisos. Yohandry encuentra su mejor versión en el segundo tiempo cuando retoma a su parado inicial en el cotejo, con libertad para movilizarse en diversas zonas de la cancha. Josef, en lo global, me parece, en quien más desequilibró a favor, cuando encaró ganó y casi siempre decidió bien, ha madurado mucho.
  9.  Miku juega todo el partido, en la conferencia de prensa posterior Cesar Farías lo justifica desde la “experiencia del jugador”. ¿Y lo futbolístico? Aportó poco y mereció ser cambiado desde el arranque del segundo tiempo. Una vieja lección no aprendida: marcar goles no es cuestión de cuantos delanteros estén en cancha. Miku y Aristiguieta están en el espacio, no llegan, lo ocupan; convenía (Tarea pendiente en toda la Eliminatoria) aprovechar mejor los espacios para generar ocasiones, las cuales empiezan a llegar sobre el final del segundo tiempo más por ímpetu que por fútbol; al margen de eso, el mayor peligro lo pasaron los paraguayos gracias a disparos desde fuera del área.
  10. El ataque posicional fue la tarea sin resolver en toda la Eliminatoria. Paraguay se mostró como un equipo débil, trató de cerrarse atrás pero no tenía los recursos del prolijo Uruguay, y en cuanto a la calidad de las contras estaban muy lejos de las exhibidas por los cinco primeros en la tabla de clasificación. Esto desnuda las deficiencias venezolanas durante el partido, aunque luego, hay que decirlo, la pelota no terminó de entrar, sobre todo en los últimos 15 minutos.
  11. Cuando el árbitro señala el final del partido las lágrimas parecieron tocar la puerta de los ojos de los jugadores venezolanos, mientras Farías iba directo al camerino. De nuevo tocó despertar. Por mi parte, quiero insistir con dos cosas: este grupo de jugadores dio mucho por el país, hay que estar con ellos, se debe estar orgullosos de este proceso; por otro lado, la reflexión debe de ser el camino a seguir de aquí en adelante, hay que pensar, evaluar y estudiar mucho. La pelota, a veces, no quiere entrar, y tal como escribí el jueves 21 de julio del 2011 al cerrar mi crónica alusiva al partido frente a (¡Otra vez!) Paraguay en la Copa América, quizá no sea que no quiera entrar sino que choca contra esa barrera invisible marcada por las deudas de los equipos profesionales, la falta de infraestructura,  la desorganización y un etcétera del tamaño de una cuadra llanera.

PD: Cesar Farías, en la conferencia de prensa posterior, se aferró a un largo informe estadístico, yo sólo pude a recordar al gran entrenador Juanma Lillo cuando afirmó que: “La estadísticas son como las tangas: muestran todo menos lo que realmente importa”. El fútbol no es lineal, no es matemáticas y atiende a su propia (i)lógica particular. Quizá aquí se encuentra uno de los errores más grandes de este cuerpo técnico: el de querer cuantificar lo cualitativo. Tiempo de reflexión.