Salir jugando
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Vinotinto

Salir jugando

Lizandro Samuel
2015-12-15 16:00:50
4.664

Las miradas se han puesto sobre los comunicados que van y vienen. Los futbolistas insurgentes y la incompetencia de la Federación. Sin embargo, poco se ha puesto el foco en el desempeño futbolístico de la Vinotinto, el cual deja una interrogante: ¿sobrevaloró Chita el talento de sus dirigidos?

“En primer lugar, en el terreno de juego los hechos no eran nunca fortuitos, sino la consecuencia de tus intenciones. Por ejemplo, un buen control te da ventaja ante el rival no solo por cómo se recibe el pase, sino también por cómo tienes el cuerpo posicionado. En segundo lugar, un futbolista debía ser capaz de controlar el balón con un toque. Si necesitaba un segundo –contacto con la pelota–, no era un gran jugador, solo uno del montón. Si requería un tercer toque, mejor que se dedicara a otra cosa”, Guillem Balagué hablando sobre las ideas de Johan Cruyff.

 

“Si no haces lo que necesito, no jugarás en mi equipo”, dijo Pep a Carles Puyol, en un hotel de Saint Andrews. Guardiola acababa de asumir en el cargo de entrenador y estaba obsesionado con el control, con que su Barcelona evolucionara, con jugar mejor. Ese día, cuenta Guillem Balagué en su libro Pep Guardiola. Otra manera de ganar, el entrenador había llamado al capitán culé a su cuarto para enseñarle un video que mostraba a futbolistas de la liga mexicana iniciando las jugadas desde atrás. Pep quería implementar la salida lavolpiana. Arrancar jugando desde zona uno era algo innegociable.

Imaginarse a Noel Sanvicente en actitud similar no es descabellado. La anécdota se extrapolaría a la realidad criolla: quizá fue durante una sesión de video, en una charla técnica o en pleno entrenamiento. Quizá en ninguno de los tres escenarios anteriores. O en todos. No importa. Lo cierto es que Chita le exigió a sus seleccionados salir jugando. Era hora de evolucionar, de crecer en lo que durante el ciclo pasado no se pudo: el ataque posicional.

En medio de la crisis, institucional y deportiva, las miradas se han puesto sobre los comunicados que van y vienen. Los futbolistas insurgentes y la incompetencia de la Federación. Sin embargo, poco se ha puesto el foco en el desempeño futbolístico de la Vinotinto; el cual envía una potente interrogante si se analiza en profundidad: ¿Chita sobrevaloró el talento de sus jugadores?

En Una vida demasiado corta, la biografía de Robert Enke, Ronald Reng cuenta que, hasta la llegada de Guardiola al Barcelona, Víctor Valdés era un inapetente del estudio del juego. Así y todo, siempre destacó por su carácter, al punto de que el consagrado Enke envidiaba la rebeldía de aquel juvenil con el que compartió en el conjunto azulgrana, durante la época de Van Gaal. Años más tarde, cuando Pep llegó al club, Valdés ya había ganado una Champions, un par de ligas y sabía lo que era ser galardonado como mejor portero de España. Pero no entendía el fútbol. No lo suficiente.

—Necesito hacerte una pregunta. No tengo ningún problema con tus planteamientos, pero solo si los centrales quieren el balón…

—Ya me aseguraré de que quieran el balón.

Valdés no necesitó más aclaratoria. La decisión de salir jugando, de que los centrales se abrieran y se pasaran la pelota entre ellos, dejó de significar un problema para el portero: el entrenador se encargaría de que todo saliera bien.

Las historias de los grandes DT están llenas de mística. El aura del fútbol, hipertrofiada por el marketing, y el hecho de que la victoria cree espejismos, los hace ver como gurús del triunfo. Dioses vestidos de traje.

Pep contaba con Rafael Márquez y el recién llegado Gerard Piqué. La técnica ofensiva de Puyol estaba distante de las de sus compañeros, pero aun así tenía recursos suficientes para trasladar el balón, recibir con sobriedad y tomar decisiones certeras. Siempre controlaba la pelota con un toque. Por último, Valdés era uno de los porteros con mejor técnica de pies que había dado el fútbol; además, haría un master en compresión del juego con la llegada de Guardiola.

A Alain Baroja, por el contrario, siempre le ha costado controlar el balón. Su cintura carece de la flexibilidad necesaria para cambiar de dirección en conducción sin que su lenguaje corporal simule el de RoboCop.

Alain Baroja con la pelota

Baroja tiene muchas limitaciones con el balón en los pies. Foto: Nelsón Pulido.

En su defensa hay que alegar que el recurso literario de contrastes, en este caso, resulta odioso: se están comparando a algunos de los mejores futbolistas de la historia con otros que están lejos de la élite de su continente. No obstante, conviene preguntarse por qué a Venezuela le ha costado tanto salir jugando.

En una entrevista concedida al extinto canal Sport Plus, Eduardo Saragó explicó que en un estudio hecho junto a su equipo de trabajo habían determinado que solo una o dos escuelas de fútbol jugaban con línea de tres, en la Gran Caracas. El análisis, seguro, podía plantear otras preguntas: ¿y cuántas se atrevían a iniciar las jugadas desde atrás, a ras de piso?

Saragó también expresó que todos ven al Barcelona y quieren que cada equipo juegue con ese estilo, pero, ¿cómo iniciar las jugadas desde tu campo si no tienes un central como Piqué?

César Farías tenía claras sus limitaciones. La obsesión con el orden estaba relacionada con tener que trabajar el doble que sus pares de Conmebol, para, más que poder sacar ventaja, equiparar niveles. Esto partiendo de la idea de que varias de las otras selecciones descuidaban la preparación y confiaban, de forma ingenua y sorprendente, solo en el talento de sus jugadores. La máxima de Cruyff cobraba sentido: si juegas al 90% de capacidades cualquier equipo te pasará por encima. El fútbol de hoy día exige entrega total.

También había que convencer de los caminos escogidos a futbolistas que estaban pisando el Viejo Continente y sus egos se ponían a la par de los desafíos que enfrentaban. Los resultados, en esto último, eran esenciales. Y para obtener resultados a corto plazo, Farías apostó por explotar solo los recursos inmediatos. El plan parecía ser arañar lo que se pudiera jornada tras jornada y luego ver si los números, de forma milagrosa, daban para clasificar al Mundial del 2014. A su espalda cargaba una Eliminatoria, la del Mundial del 2010, que llenó de dudas al entorno; y una exitosa Copa América, de la que todavía se vanaglorian los jugadores.

Siendo consciente de los problemas de su selección para sacar la pelota desde atrás, buscó mejorar a través de muchos medios, pero nunca pudo. También le faltó convicción en los momentos clave para emprender una evolución. A la larga, las selecciones más talentosas, las de mejores recursos para jugar, se terminaron imponiendo. La Vinotinto, pese a que matemáticamente estuvo cerca alguna vez, no llegó Brasil 2014, un torneo que se disputó a un nivel que en Venezuela solo se ha alcanzado en PlayStation.

Evolucionar para llegar al Mundial. La frase la ha repetido infinidad de veces Chita. Una cosa parece imposible sin la otra. Van de la mano, salvo que la carambola ande de buen humor. Pero también pareciera imposible conseguir ambas cosas en la misma Eliminatoria. Era evidente que Noel, desde su llegada, iba a tratar de que su equipo jugara mejor con la pelota. Y, ojo, su selección, antes de entrar en la vorágine negativa, mejoró considerablemente ese rubro.

En el fútbol infantil-juvenil, ¿cuántos centrales hay que sepan salir jugando?, ¿a cuántos volantes de primera línea les exigen involucrarse en la posesiones? Seguro que en el presente son muchos más de los que eran cuando Saragó hizo aquel estudio. ¿Son suficientes? En el 2015, no lo sé. Hace cinco años, estoy convencido, no lo eran.

Venezuela es un país que históricamente le ha ordenado a sus centrales permanecer bien parados, rechazar con fuerza e ir bien por arriba. Poco más. Los volantes de primera línea, o contenciones, como todavía se les llama de forma anticuada, debían correr mucho, recuperar balones y saber dar pases largos. El mediocampista que supiese hacer algo con la pelota era obligado a jugar más adelantado; en la banda, generalmente, pues el enganche es una figura que causaba escozor en los formadores nacionales. Si no podía adaptarse a un plan de puro despliegue físico, que iba de la mano con entrenamientos más propios del atletismo que del balompié, lo mandaban al colegio: que estudiara algo, porque del fútbol no iba a vivir.

Mientras en el mundo el término contención iba cada vez más en desuso, en Venezuela se creía que la labor prácticamente única de un mediocentro era, precisamente, contener.

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El término contención está en desuso. Los volantes de primera línea tienen otras exigencias aparte de contener.

Si se revisan a los centrales que ha parido Venezuela en los últimos dos años, asumiendo las limitaciones que ofrece todo análisis debido al escueto registro de video, solo dos nombres destacan con aptitudes para sacar la pelota desde atrás: José Manuel Velázquez y Luis Morguillo. Para salir jugando, no solo hay que saber parar y pasar un balón, sino conducir para atraer, usar fintas para despistar al marcador, ser un buen lanzador para cuando la situación lo amerite, entender el juego y el porqué de cada pase, dominar conceptos como el tercer hombre y –sobre todas las cosas– estar convencido de los caminos escogidos y de las propias capacidades. Ningún otro central ha prometido tanto con la pelota en los pies como ellos dos.

En contraposición, está la gran cantidad de defensas extranjeros que han llegado al país. El hecho se explica solo: lo que no se forma en la casa, hay que buscarlo afuera. El ejemplo más contundente es el del Deportivo La Guaira actual, obligado a fichar a Jorge González, debido a que su contracultural modelo de juego exige un defensa que pueda iniciar las jugadas desde atrás, un recurso casi imposible de conseguir en el mercado local y que no podía explotar en Morguillo, al estar verde todavía.

Si el foco se pone en los volantes de primera línea, el problema persiste al punto de que resultara innovador que el Mineros de Páez utilizase a dos jugadores con buen pie en esa zona de la cancha. Edgar Jiménez y Rafael Acosta eran la insignia de aquel equipo, el “dime con qué mediocentro andas y te diré qué equipo eres”, de Juanma Lillo.

Pero jugadores como los ya mencionados siguen siendo escasos. El argumento se sustenta en las dificultades para encontrarle un compañero a Tomás Rincón, quien, dicho sea de paso, no destaca por sus habilidades con el balón, aunque con Noel mostró avances inéditos. Lucena fue la solución de Farías: funcionó porque el modelo potenciaba sus características. Con Chita la cosa cambió. Las deficiencias de Paky son insoslayables para un equipo que quiere salir jugando. No es solo entender los conceptos, es que simplemente carece de la técnica para jugar en esa zona de la cancha. El contraste más didáctico se vio en el partido contra Ecuador: Acosta ingresó en el segundo tiempo y fue todo lo que Paky jamás podría.

Este problema Noel lo solucionó con la consolidación de Luisma. A su vez, trabajaba en la recuperación de Acosta. En el arranque, cabe decir, probó con Edgar Jiménez, un experimento agridulce: su primer tiempo frente a Corea del Sur, en el debut de Sanvicente, fue la representación de todas las virtudes que desde hace años la Vinotinto no había tenido en esa zona de la cancha; también, fue el exhibicionismo de sus limitaciones en las transiciones defensivas y en la defensa posicional.

Edgar Jiménez vs. Corea. Recopilación hecha por Luis Revilla.

Seijas ofreció soluciones para salir; claridad para dar pases a los jugadores más adelantados, atravesando líneas de presión; y técnica suficiente para limpiar las jugadas y para ser el mejor amigo de los defensas, cuando estos tuvieran la pelota. Los problemas de Luisma aparecieron no en la fase de iniciación, sino en la de finalización del ataque posicional: en el último tramo de la cancha, se equivocó con frecuencia.

Con el jugador de Santa Fe junto al todopoderoso Rincón el camino parecía más esperanzador. Sin embargo, hubo algo que quizá no se ponderó tanto como se debía: ¿podía Vizcarrondo dar el paso evolutivo de Tomás? Los ejemplos dicen que no. A diferencia de Rincón, lo de Vizca no era identificación con otras formas de jugar, sino simples limitaciones con la pelota, similares a las de Lucena.

El problema era grande: Chita quería salir jugando, pero Amorebieta era el único de los centrales que podría adaptarse a esas exigencias. Ni Túñez, ni Vizca, ni Perozo, estaban capacitados. Para colmo de males, a este cuerpo técnico le tocó el momento más bajo de la carrera del ex Athletic.

Quizá ahí es donde sobrevaloró el talento Noel. Uno de sus mayores pecados posiblemente haya sido confiar en las capacidades de sus futbolistas. Las deficiencias empezaron a surgir, agravándose en la medida en que la tensión crecía. En ese sentido, resulta esclarecedor que la dinámica de errores groseros, en la Eliminatoria, abriera con un pase de Vizcarrondo a Baroja, contra Paraguay; y cerrara con un pase de Baroja a Vizcarrondo, versus Ecuador.

Ah, el portero.

Volviendo a la historia de Valdés, que desencadenó estas reflexiones, llegamos a una de las posiciones más importantes de cara a salir jugando.

Chita tenía un hándicap: Renny Vega estaba de salida y sin planes de recuperar su mejor estado de forma. Las opciones se reducían a Dani Hernández, quien había competido con Renny el ciclo pasado; y a Alain Baroja, el mejor portero de la liga local. No eran cracks, pero estaban aptos para competir. El obstáculo era que ni uno ni el otro tenían buen juego de pies. Dani se veía un poco mejor que Baroja, pero el segundo se ganó su puesto a punta de atajadas. Dicho esto, el plan era el de siempre: trabajo, trabajo y más trabajo. Con horas extra se debían recuperar los años perdidos: porteros y centrales necesitaban evolucionar. Los volantes de primera línea tenían que crecer. ¿Hasta qué punto era factible cumplir esos objetivos?

La pregunta la respondió el propio Chita al darles espacio a Wuilker Fariñez y José Contreras. La portería de la Vinotinto sería de cualquiera de los dos algún día. Su presente, por otro lado, conjugaba su talento en futuro. El hoy no merecía convocatorias nacionales. Las opciones más competitivas eran Dani y, seguramente, Alan Liebeskind; pero, ¿por cuánto tiempo podrían serle útiles ellos dos?, ¿por cuántos partidos el propio Baroja podría estar en el arco sin que se notaran sus deficiencias con los pies? La apuesta parecía buscar acelerar el proceso formativo de dos jóvenes con un alto nivel de juego de pies, en pro a tenerlos listos para el 2016 o/y 2017.

Había mucho que perder: uno, ¿qué sucedía si Baroja se lesionaba?; dos, ¿cómo mantener la tensión competitiva cuando era evidente –salvo descalabros, lesiones o suspensión– quién iba a ser el titular?

Renny Vega dejó una escuela. Luego de su paso por el Caracas y por la Vinotinto, los jóvenes porteros se dieron cuenta de que, pese a su posición, jugar con los pies era importante. Eso explica que por ahí haya varios chicos con ese norte. Pero Renny era una figura rara, ajena a la cotidianidad: entre sus compañeros de generación, y la inmediatamente posterior a la suya, todavía no hay guardametas convencidos de que el balón por el piso ofrece mayores peligros para el rival.

Estos problemas culturales se vieron asentados gracias a los malos resultados. La vorágine negativa se llevó todo de por medio. A Chita también le faltó sapiencia para gestionar. Su trabajo, trabajo y más trabajo, es posible que causara desgaste con la falta de resultados. Para Pep poder enseñarle fútbol a Valdés, el Barcelona tuvo que empezar a ganar. Para que los métodos de alta disciplina de Guardiola calaran –la obligación de almorzar siempre juntos, el trato por igual sin distinción de rango y las exigencias inéditas dentro del modelo de juego– las victorias debieron hacerse recurrentes. Mística es una retórica que existe si hay un iniestazo de por medio.

En 1998, Santiago Segurola publicó una nota en El País, en la que se lee: “¿Qué hacen los futbolistas en esta situación? Nada. No se sienten vinculados por el fútbol y su efecto: por el juego, por los resultados, por el compromiso con el equipo y con los aficionados. Todo eso les resulta tan ajeno que han entrado en un estado de insuperable comodidad. Nadie entre los jugadores españoles ha hecho una autocrítica del papelón que hicieron en Chipre. Nadie ha reconocido el pésimo juego, la indolencia general, la falta de coraje para rebelarse contra un resultado sangrante. Ninguno se ha sentido avergonzado por una derrota vergonzosa”. La idea se puede completar con estas palabras de André Villas-Boas: “Las cosas se han vuelto muy fáciles para los futbolistas: salarios elevados, buena vida, un máximo de cinco horas de trabajo al día, así que no pueden concentrarse, no pueden pensar en fútbol”.

¿Cuántos de los jugadores de la Vinotinto, más allá de expresar vergüenzas y dolores, han asumido públicamente sus groseros fallos? No solo aquellos inherentes a sus faltas de capacidades, sino los que resultan incomprensibles en profesionales de su trayectoria.

Errores de la Vinotinto. Recopilación hecha por Armando Peña.

La gestión de plantilla de Chita ha sido deficiente, dentro de la cancha y en la convivencia. Hay evoluciones que arrancaron tras dejar fuera antiguos emblemas que representaban lo que ya no se quería: Pep anunció que no contaba con Ronaldinho, Deco y Eto’o, tras asumir el cargo; Luis Aragonés creyó que la era de los Raúl y Albelda ya había pasado. El primero, buscó disciplina y compromiso; el segundo, quería dejar en el pasado los símbolos de la Furia Roja.

Chita creyó en el trabajo, en el talento de sus dirigidos y en que podría evolucionar y llegar al Mundial en cuatro años. Habló de sus siete títulos como aval para su puesto. El discurso, por repetido, se volvió insulso: ganar en el torneo domestico era una nimia para futbolistas que competían ante colegas mundialistas. Las dudas afloraron, las derrotas golpearon y el resultado ya se conoce.

Mientras tanto, el proyecto de Venezuela como país fútbol, que nunca ha existido, sigue cuestionándose cuál es el sendero a seguir: evolución, Mundial y sumar muchos puntos en la inmediatez, son tres ideas que, hoy día, no parecen compatibles a corto plazo. Noel Sanvicente arrancará el 2016 siendo seleccionador de Venezuela. En medio de la crisis, él también debe evolucionar.