Juan Arango: La historia del mito
La trayectoria del mejor futbolista venezolano de todos los tiempos. Desde sus primeros pasos en el balompié hasta su retiro de la selección.
Abrió los ojos y no sabía dónde estaba. Tampoco quién era. Empezó a recorrer el lugar con la mirada y advirtió la presencia de unos aparatos con pantalla que su cabeza fue incapaz de nombrar. Del otro lado de la habitación, observó un par de bolsitas llenas de líquido colgadas de un tubo de metal. La exploración culminó en su rostro cuando, en un impulso por tratar de paliar el dolor en su labio superior, tocó la máscara que le cubría nariz y boca. Estuvo unos minutos sumergido en océanos mentales hasta que un hombre de bata blanca entró al sitio. El señor se identificó como Fernando Barturén y le dijo que su nombre era Juan Arango, jugador del Real Club Deportivo Mallorca, quien había ingresado a la Policlínica Miramar tras sufrir un golpe en un partido disputado contra el Sevilla.
Luego de explicarle los detalles clínicos e informarle a Arango que ya se encontraba fuera de peligro, Barturén salió de la habitación para notificarle a Laurys que su esposo había despertado. Juan permaneció inmóvil. Aún con el efecto del sedante en la sangre, intentó reconstruir mentalmente el momento del impacto. Un pensamiento vino tras otro hasta que, de pronto, se encontró viajando a través de los años por el deporte que tantas alegrías le había dado y que ahora lo colocaba al borde de la muerte.
Recordó que de no haber sido por su madre, quizá no hubiese llegado a ser futbolista. No obstante, fue su padre el primero que lo llevó a una cancha: debido a las habilidades que ya había mostrado el pequeño Juan con el balón, don Iván decidió inscribirlo en el equipo baby del núcleo de la Universidad Central de Venezuela en Maracay; pero el interés inicial desapareció en el señor Arango cuando notó que en los primeros juegos su hijo se quedaba petrificado en el terreno. Así que decidió no llevarlo más. Ante aquel desaliento, doña Gladys fue vital para mantenerlo cerca de los campos de fútbol. Ella volvió a llevarlo a los partidos y, gracias a aquella convicción, Juan continuó practicando el deporte. La confianza de su madre marcaría un antes y un después en su corta vida. Nunca más su timidez se trasladaría al césped.
Una vez asentado en el equipo, Arango fue escalando por cada una de las categorías. En paralelo, pasaba sus ratos libres jugando fusilado o futbolito, casi siempre en compañía de su gran amigo Renny Vega. Cuenta el guardameta que otro de los pasatiempos favoritos de Juan era divertirse con el Nintendo. En el barrio La Democracia sólo había una consola de videojuegos, y esta se encontraba en el hogar de Gladys e Iván, por lo que la casa de los Arango, en ocasiones, era un centro de entretenimiento. La vivienda, sin embargo, no era exclusivamente conocida por aquello, sino también por los valores que allí se inculcaban. Los Arango-Sáenz habían cambiado Medellín, de su Colombia natal, por Maracay, donde eran respetados por su educación y humildad. Por suerte, la decisión de emigrar la tomaron en 1979, un año antes del nacimiento del mejor futbolista venezolano de todos los tiempos.
Arango con sus padres, Iván y Gladys.
El talento de Juan Fernando lo llevó a la selección nacional sub-15, donde conoció a una de las personas más influyentes de su carrera: César Farías. El nativo de Güiria, asistente técnico de aquel combinado patrio, lo quiso incorporar al proyecto futbolístico de Cumaná, Nueva Cádiz FC. Arango, decidido, se mudaría a la ciudad del oriente venezolano, en la que tuvo que compartir techo con el propio Farías por ser menor de edad. La circunstancia forjaría una relación padre-hijo entre entrenador y futbolista.
Contra Nueva Cádiz, aún jugando para la UCV, Arango había sufrido una de las primeras frustraciones de su carrera: perder la final del campeonato nacional sub-20. Ahora, en el bando contrario, tendría la oportunidad de unirse a un grupo de buenos jugadores con el objetivo de revalidar el título. El binomio Farías-Arango comenzaría un transitar exitoso por el fútbol venezolano que incluiría dos ascensos consecutivos para instalarse en Primera División. Tras debutar en la máxima categoría, Juan estaba preparado para dar el salto. Caracas Fútbol Club quería contar con la promesa.
A los Rojos del Ávila llegó por sus registros goleadores: había sido el máximo anotador del Torneo Clausura con 12 tantos. Además, los ojos del continente ya se habían fijado en el volante ofensivo de zurda prodigiosa gracias al Sudamericano Sub-20 de Mar del Plata 1999. Entre otras cosas, Juan enseñó en aquel torneo la pieza más rutilante de su repertorio: marcó, de tiro libre, el gol del 3-2 vs. Ecuador, la única victoria de Venezuela en el certamen. Su buen desempeño con aquella selección había sido suficiente para que José Omar Pastoriza se convenciera de incluir al joven de 19 años en el equipo que representaría a Venezuela en la Copa América de ese verano. Apostar por el zurdo de mirada retraída tenía sentido e invitaba al entusiasmo. Lamentablemente para la dirigencia capitalina, el muchacho no duraría mucho tiempo en el equipo. Su fútbol no pasaría desapercibido por el olfato de Benito Floro.
El zurdo de La Democracia vistiendo los colores del Rojo. Foto: El Universal
El técnico español de amplio recorrido en su país, incluidos numerosos ascensos y dos títulos con el Real Madrid en pleno apogeo del Dream Team, quedó seducido por el juego de Juan al verlo por video. De inmediato, el DT le comunicó a la directiva de los Rayados de Monterrey que quería contar con el zurdo venezolano.
Al llegar al equipo, Floro le explicó a Arango que jugaría en el filial mientras se entrenaba con el grupo de futbolistas que militaban en Primera División. El objetivo era que el maracayero se fuese adecuando al fútbol mexicano, en su inédita experiencia en el exterior. Debido al rendimiento mostrado por la joven promesa, la transición no tardó mucho tiempo. Juancho, como le llaman en familia, subiría a la máxima categoría para consolidarse como uno de los mejores extranjeros de la liga. La zurda iba ganando adeptos y facultades.
Luego de su paso por Monterrey se iría cedido al Pachuca. En los Tuzos tendría la oportunidad de disputar un trofeo internacional: la Liga de Campeones de la CONCACAF. Juan debutaría en los octavos de final y sería decisivo: en el partido de vuelta contra el Defence Force de Trinidad y Tobago marcaría un hat-trick para darle el pase a su equipo a la siguiente ronda. El conjunto mexicano terminaría ganando ese torneo, en el que el zurdo sumaría 4 goles en 6 partidos. El currículo comenzaba a crecer.
Arango con la camiseta del Pachuca. Foto: desdemiarqueriapanorama.blogspot.com
Tras ser entrenado por Alfredo Tena y resaltar como figura en un vestuario que contaba, entre otros, con el eterno Miguel Calero, Juan culminaría en Puebla su primera experiencia en suelo mexicano. En el verano de 2004 sonaría el teléfono: un viejo conocido quería contar con él en un incipiente proyecto europeo.
En retrospectiva, el de Maracay considera que su paso por México fue una etapa imprescindible en su carrera. Aquel fútbol le concedió la experiencia necesaria para dar el salto al viejo continente. Arango llegó a Europa a los 24 años como un futbolista competitivo y maduro. En su enorme legado, además de demostrar cómo mantenerse en el mejor balompié del planeta, quedará otra enseñanza: la que explica cuál es la forma idónea para que el cambio competitivo sea lo menos traumático posible.
El mismo entrenador que cuatro años atrás lo había llevado de Caracas a Monterrey, ahora le abría las puertas de la liga española. Benito Floro no concebía su Mallorca sin Arango en el equipo. El técnico español veía en Juan a un futbolista con un cambio de frente incisivo y un golpeo de balón que podía oscilar entre la colocación y la potencia, todo gracias a una zurda prodigiosa. Un jugador semejante a Kempes, según el propio estratega.
La confianza y el aprecio de Floro reunieron las condiciones necesarias para que Arango se sintiese cómodo y pudiese rendir desde el comienzo. Juan debutaría en la primera jornada de la 2004/2005 frente al Madrid de los Galácticos: Casillas, Roberto Carlos, Beckham, Figo, Zidane, Ronaldo y Raúl jugaron de titulares aquel día. El venezolano, con el ‘11’ en la espalda, completaría los 90 minutos en la caída de su equipo.
El balance de una victoria, dos empates y cinco derrotas en las primeras ocho jornadas ligueras produjo la salida de Benito. Por cosas del destino, Juan Arango marcaría el último gol de la era Floro en la derrota 2-1 frente a la Real Sociedad. El mentor se marchaba, pero la confianza en el pupilo por parte de la institución seguía intacta.
El timón de aquella campaña quedó en manos del afamado Héctor Cúper, un entrenador que venía de llegar a dos finales de la Liga de Campeones con el Valencia y de conseguir un subcampeonato de la Serie A con el Inter de Milán. Con el DT argentino, el hijo de Gladys e Iván mantendría la condición de titular indiscutible. Marcó dos goles que valieron cuatro puntos y jugó cada uno de los encuentros hasta que el 20 de marzo de 2005 un codazo de Javi Navarro lo dejó inconsciente y paralizó al país.
Y allí estaba él, en la habitación de la Policlínica Miramar, inmerso en recuerdos que comprendían dos décadas, los casi veinte años que llevaba ligado a la cancha y la pelota. Más tarde aquel día, luego de ver videos del incidente, por fin logró reconstruir el instante del choque. Preguntó por sus seres queridos y por el tiempo que tendría que esperar para volver a competir. En ese momento reparó en el hecho de que no podría acompañar a la selección en los encuentros frente a Colombia y Bolivia de las eliminatorias para el Mundial de Alemania 2006.
Juan volvería a jugar tras cuatro jornadas, el 1 de mayo de 2005, en la victoria del Mallorca 3-2 frente al Espanyol. Su primera temporada en Europa tendría un balance de media docena de goles y la satisfacción de participar en todos los encuentros posibles, salvo en los que estuvo afuera por lesión. Jugar 34 de los 38 partidos ligueros no era un dato menor. Un venezolano se asentaba en Europa en su temporada debut. Y lo que es más: de a poco, comenzaba a ganarse un lugar privilegiado entre la afición de Son Moix, necesitada de una figurar a la cual adorar, tras la partida del histórico Samuel Eto’o.
En la 2005/2006 cambiaría de dorsal. Juan decidió llevar el ‘18’ en su espalda en honor a su fallecido hermano Jonathan, quien nació el décimo octavo día de un mes de marzo. A nivel goleador, aquella sería la segunda mejor temporada de su carrera. Arango anotó 11 goles y disputó 37 de los 38 partidos posibles en liga. Sólo en uno fue suplente. El gran año del venezolano le valdría para quedar de tercero en el Trofeo EFE, un premio que entrega la agencia de noticias a los mejores futbolistas latinoamericanos de la Liga.
Para el recuerdo quedará el gol marcado el 26 de febrero de 2006 frente al Real Madrid. En el segundo partido de Gregorio Manzano al frente del Mallorca, Juan Arango anotó el 2-1 para su equipo y puso fin a la Era Galáctica. Tras tres temporadas sin títulos, la derrota en Son Moix acabó con la paciencia de Florentino Pérez, quien introdujo su renuncia al día siguiente.
El año futbolero entrante sería de marcas indicadoras de constancia. En la 2006/2007 logró alcanzar los 100 partidos tanto en el cómputo global con el Mallorca como en compromisos ligueros. Una vez más, Juan Arango pasaba los 30 partidos disputados y se quedaba a tan sólo un gol de conseguir los 10 tantos en el campeonato español. En lo colectivo, aquella fue la primera temporada que contó con cierta estabilidad. Manzano sería el entrenador de principio a fin y el conjunto balear obtendría la mejor posición -12- desde que Juan había arribado al equipo.
En el verano de 2007 se produciría uno de los traspasos más importantes en la historia del Mallorca. Sin saberlo por ese entonces, el club incorporaría al futuro pichichi de la Liga. Dani Güiza dejaba el Getafe para compartir su peso ofensivo con Juan Arango. En la mejor temporada de su carrera, el delantero español anotaría la friolera de 27 goles. Durante un año, Arango encontró al socio perfecto. Los movimientos del Gitano arrastraban a los marcadores y le permitían al ‘18’ jugar con espacios. La pareja sumaría 39 de los 69 goles que le permitieron al equipo situarse en la honorable séptima posición de la 2007/2008.
La última temporada de Arango en las Islas Baleares tuvo un sabor especial: el venezolano fue nombrado capitán del equipo. En su nuevo rol volvió a ser clave y dejó 8 goles en 37 partidos del campeonato antes de abandonar España como un ídolo. Se despedía nada más y nada menos que el segundo máximo goleador en la historia del Mallorca.
Aunque al principio costó un poco, el público de Son Moix logró empatizar con el carácter del genio. No fue fácil al comienzo, cuando la frialdad del maracayero era asimilada en forma de arrogancia. Los declives de rendimiento eran juzgados con mayor ahínco por una fanaticada que hasta que no escuchó a su ídolo no supo comprenderlo. Juan, caracterizado por ser un gran regateador de la polémica, poco a poco acumuló seguidores en su bolsillo, gracias también a las altas dosis de autocrítica que profesaba en sus declaraciones a la prensa.
Costaba imaginar por ese entonces a Juan Arango lejos de Palma de Mallorca. Mucho menos en Alemania, donde el idioma se mostraba como un muro difícil de derribar para el tímido zurdo de Maracay. Abandonar una ciudad donde era el máximo ídolo para jugar en un club que recién había ascendido el año anterior no tenía mucho sentido para el siempre crítico público venezolano. Fue César Farías, presente otra vez en la carrera del ‘18’, quien terminaría de convencerlo de que el cambio era acertado: en Alemania aprendería a defender.
El propio Arango explica que antes de llegar al Gladbach era un desastre en la marca. Si bien nunca se volvió un especialista en defensa, el zurdo comenta que aprendió a retroceder y a estar bien colocado para ayudar al compañero de la zona. En Alemania eran más minuciosos con la táctica, con repetir jugadas en los entrenamientos y cuidar la posición de los futbolistas. Esta nueva experiencia terminó por enseñarle a Juan el arte de correr menos para jugar mejor.
La adaptación no fue sencilla, sobre todo fuera de la cancha. Era extraño para la familia Arango-Tortolero no poder asistir al cine o al teatro, ver televisión o tan sólo entender los anuncios de la calle o del mercado. De poco sirvieron las clases que le impuso el Gladbach a Juan para que aprendiese alemán. Incluso llegó a molestarse con el club porque él “venía a jugar, no a estudiar”.
Con la pelota en los pies le fue mejor. No marcó muchos goles en su primera temporada -2 tantos en liga, su peor registro en Europa hasta ese momento- pero logró comunicarse con su fútbol para llegar a ser el máximo asistente -9- del Borussia Mönchengladbach y el quinto jugador que más tantos produjo en la Bundesliga por detrás de Tranquillo Barnetta (10), Marko Marin (10), Zvjezdan Misimovic (13) y Mesut Özil (13).
Juan expuso en aquel año debut la esencia de lo que sería su fútbol en suelo alemán. La explosión de la zurda. The final form. El juego de Arango se cimentaría como nunca antes en su pierna izquierda, la mejor herramienta de trabajo. La extremidad era un bolso que almacenaba palos de golf capaces de adaptarse a cualquier situación. La bota del '18' metía miedo.
Según la web de análisis y estadísticas WhoScored, Juan Arango estuvo en el top ten de jugadores que daban más key passes –pases que terminan en remates al arco- por partido en tres de sus cinco años en la Bundesliga. Juan era eso: la zurda que garantizaba ocasiones. Hasta la 2011/2012, en promedio, dejaba a sus compañeros en una posición ideal para el remate más de dos veces por encuentro. El ‘18’ obligaba a los defensas a retroceder -para no dejar espacio a sus espaldas- y a no cometer faltas. El Gladbach tenía a uno de los mejores a pelota parada.
No es exagerado afirmar que Arango dominó una faceta del juego: los tiros libres. Fue (es) uno de los mejores cobradores de su época. De niño le gustó y empezó a practicar hasta que dio el salto de calidad en el Mallorca, donde después de cada entrenamiento se quedaba pateando 40-50 pelotas. El ‘18’ comenta que ya en Alemania la pierna estaba educada, sólo era necesario repasar una o dos veces cada 15 días, pegándole nada más a diez balones.
Así fue como Juan se ganó el cariño del Borussia-Park: a punta de zapatazos. Pero no todos se produjeron a balón parado. Durante cinco años, Arango se encargó de apuntar al arco desde cada recoveco del campo para hacer goles imposibles, de esos que llenan top tens y no tardan en aparecer en Twitter. No hubo tanto que fuese feo y muy pocos pasaron desapercibidos. En esta compilación de la Bundesliga lo describieron a la perfección: the man with the magic boot.
De lo que también se encargó Juancho en Alemania fue de establecer un centro de comando. Como capitán de la Vinotinto, asumió el compromiso de estar cerca y al tanto del desenvolvimiento de sus compañeros de selección. Europa le permitía estar a tan sólo horas en carretera de Luisma, Ronita, Roberto y Tomás por lo que, cuando el calendario se lo permitía, el maracayero agarraba el carro y se iba a ver los partidos de sus amigos para luego compartir un rato con ellos.
Pero quizá lo más importante para Arango de toda su experiencia germana fue el hecho de haber sido dirigido por Lucien Favre. El suizo asumió el cargo de entrenador del Borussia Mönchengladbach en febrero de 2011 y convirtió a un equipo en depresión que peleaba la permanencia en uno de los cuatro grandes de Alemania. De estar en la última posición a inicios de 2011 a meterse en fase previa de Champions League a finales de 2012.
Juan sintió por primera vez en su carrera que estaba en un club realmente grande, una tarea pendiente que lo mantenía intranquilo. Estaba en un club grande y era figura. Jugador clave en el modelo de juego y venerado por cuerpo técnico y futbolistas.
“Cuando Marco Reus estaba aquí, jugamos un fútbol de primer nivel, y el responsable de eso fue Juan Arango. Sus pases son excelentes y la forma en la que nos coloca cara a cara con el arquero rival es formidable”, llegó a decir el alemán Patrick Herrmann, quien compartió la línea de mediapuntas con el venezolano y el ahora jugador del Borussia Dortmund.
El propio Reus afirmó en su momento que para él Arango había sido un maestro. Entre Marco y Juan fabricaron varias de las mejores jugadas que dejó el fútbol de Favre. Y a pesar de que el ‘18’ apenas y pudo machucar el alemán, la pareja desbordaba empatía en la cancha. Los ojos del Pájaro Loco expresaban orgullo y admiración en cada gol marcado por el venezolano.
La afición no se quedó atrás y hasta una iglesia le creó para dar culto a su zurda sagrada. Los Testigos de Arango representaban el sentimiento colectivo alrededor del futbolista. Un nuevo ídolo ponía su firma en los libros de historia del Borussia Mönchengladbach.
Incluso Rainer Bonhof, miembro de la junta directiva del club, tuvo el atrevimiento de ponerlo a la altura del histórico Günter Netzer. También Max Eberl, director deportivo del equipo, se unió a los halagos cuando mencionó estar orgulloso y satisfecho de haber podido contar con los servicios de un “futbolista fantástico que nos ha proporcionado muchas alegrías anotando preciosos goles”.
No obstante, a la hora de negociar una nueva renovación en 2014 no hubo acuerdo. Arango quería dos años de contrato para luego retirarse en Venezuela pero el club sólo le ofrecía doce meses. Ahí fue donde, en la búsqueda de opciones, aparecieron los Xolos de Tijuana para ofrecerle el pacto que buscaba: dos temporadas más en el extranjero.
En México lo vimos jugar de mediocentro. El Arango a lo Andrea Pirlo. La reconversión gestada por Daniel Guzmán abrió el debate: ¿el ‘18’ de pivote en la selección? Noel lo probó, pero en la Copa América se decantó por el Juan más delantero, cerca de Salomón. El zurdo no defraudó y exprimió la magia que le quedaba por entregar, dejando pases y pivoteos para el recuerdo.
Él, que ya lo venía meditando desde hacía casi dos años, sabía que ese sería su último torneo con la selección. Sanvicente intentó convencerlo, mas no había mucho que hacer. Ya no existía motivación en la cabeza del genio. Jugó un par de amistosos más por no dejar, a ver si su parecer cambiaba. Pero no fue así. El 8 de septiembre de 2015, arropado por sus compañeros, Juan Arango anunció su retiro. La despedida fue fiel a su estilo: tranquila, austera y de pocas palabras. Como quitándole peso al hecho de que el mejor futbolista de la historia de Venezuela ya no jugaría más con la Vinotinto.
Juan fue el más terrenal de los dioses. El que nunca cambió con la fama. El hombre de contadas expresiones. El prodigio que emergió con el boom y lideró el período más competitivo de Venezuela. El que será extrañado en la cancha y añorado en los tiros libres. El tipo que nunca dejó titulares y que no necesitó del marketing para que su juego fuese admirado. El gran ausente en el camino a Rusia 2018.