Desbalance (Venezuela 0-3 Honduras)
Desbalance (Venezuela 0-3 Honduras)
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Desbalance (Venezuela 0-3 Honduras)

Lizandro Samuel
2015-09-04 18:05:55
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La derrota deja dos nuevas interrogantes. La segunda preocupa más que la primera, la cual podría responder a una causa meramente circunstancial. La etapa de ensayo y error se reactiva. Y el proceso de desarrollo continúa

  1. Equilibrio. Dicen los sabios que de eso se trata la vida: de encontrar equilibrio. Los caminos del desarrollo personal tienen un norte parecido: hay que saber atender y potenciar cada área de nuestra vida en la medida justa, sin que se perjudiquen –demasiado– entre ellas. Es un arte que lleva tiempo dominar, sí; pero de eso depende la satisfacción personal.
  2. O deportiva, que es lo que nos atañe. Venezuela tuvo un muy buen primer tiempo, y unos segundos 45 minutos en los que fue decreciendo hasta llegar a un insulso funcionamiento en el que no se reconocieron ninguno de los rasgos positivos de la Vinotinto de Chita. Pero vamos por parte: ¿qué hizo bien?
  3. La evolución continúa y se hace notoria en el ataque posicional. Ordenarse con la pelota, cuidarla y saber usarla, eran conceptos abstractos para estos futbolistas. Conceptos que César Farías nunca logró definir. Él y sus estudiantes rasparon y quedaron en el limbo. Chita y su cuerpo técnico han puesto mucho de su parte para alfabetizar a estos jugadores. A estas alturas ya manejan algo más que la cartilla.
  4. Existió la intensión de iniciar con la pelota a ras de piso desde Baroja. Hubo movimientos que denotaron un trabajo importante. Tomás apoyando en las bandas para dar salida. Luisma desmarcándose en el medio y logrando conectar, casi de forma automática, con sus compañeros más avanzados. Los laterales, Rosales y Cichero, propiciando asociaciones con los volantes de segunda línea; o triangulaciones, si apoyaban los volantes de primera línea. En el minuto 47 del segundo tiempo hasta se produjo una salida lavolpiana, con Tomás Rincón metiéndose entre los centrales. La pelota ya no quema tanto y los jugadores hablan con mayor fluidez el idioma.
  5. Sin embargo, el primer tiempo planteó una nueva interrogante: ¿y qué pasa cuando no sea viable el equipo que arrancó de titular? Preocupa imaginar a la Vinotinto sin Vizcarrondo, para desahogar la salida con un balón largo hacia Salomón; sin Tomás, cada vez más omnipresente, no solo en defensa sino también en ataque (Organizó al equipo con la pelota, buscó dar salida y luego asociarse en tramos altos de la cancha. Fue el más destacado); sin Luisma y su capacidad para destrabar las jugadas, sacar la pelota desde atrás y servir de apoyo; sin el Lobo Guerra, que sabe qué hacer en cada sector de la cancha como un viejo empresario que se mueve con aplomo en su oficina; y, claro, sin Salomón Rondón, que mostró una mejoraría importante respecto a su capacidad de involucrarse en las jugadas, de retroceder para asociarse, de jugar de espaldas al arco, de bajar balones (Fue el eje del ataque, a partir de sus movimientos se organizaba el resto del equipo en el último tramo de la cancha. Salvo su desatino en la definición y el penal muy mal cobrado, tuvo un gran desempeño). ¿Cómo vivir sin ellos? La respuesta la conoceríamos en unos minutos.
  6. Venezuela marcaba en presión en zona tres. Honduras no mostró nunca grandes virtudes con la pelota. Le costaba darle sentido a sus posesiones. Extrañó, por consecuencia, ver a una Vinotinto más blanda que de costumbre: no mordía con tanto ahínco. Aunado a eso, tenía dos puntos flacos: la espalda de los laterales durante las transiciones ataque-defensa y, la más notable, la espalda de los volantes de primera línea durante la defensa posicional. En el primer tiempo, se vislumbraban pequeños espacios detrás de Tomás y Luisma que una, en ocasiones, muy retrasada defensa no alcanzaba a cubrir. Esos pequeños espacios crecieron hasta proporciones alarmantes cuando entró Juan Arango.
  7. Juan se paró como volante de primera línea. En un principio, estuvo un poco más adelantado que Tomás; luego, y ante su lentitud para reubicarse tras las pérdidas, partió desde más atrás. Arango presumió una visión de juego que resulta ajena a la mayoría de sus compañeros. Desde el círculo central, alzaba la cara y –como dictan los canones– miraba lejos y encontraba al mejor receptor. El problema era su nula intensidad defensiva. Si a eso se le suma una curva descendente en la intensidad colectiva, el 0-3 se explica solo.
  8. El caos, en la acepción peyorativa de la palabra, se fue agravando con cada cambio. Acaso se generaron un par de ocasiones de gol gracias a que Salo siguió en cancha. La alentadora selección que inició el cotejo contrastó con los 11 futbolistas dispersos que terminaron el partido. Lo que deja dos preguntas en el aire: 1) ¿Por qué la Vinotinto, que tan bien se vio en la defensa posicional durante la Copa América, mostró una intensidad más baja en esa faceta frente a Honduras? (La misma pregunta aplica en las transiciones defensivas) 2) ¿Cómo se van a solventar las abrumadoras limitaciones que representan tener un universo de jugadores de selección tan corto, que se reduce más aún si se pone el cerco solo en los que ya entiendan el modelo de juego? Mejorar en un área y desmejorar la otra no es una solución, para crecer realmente hay que encontrar un balance; y balance no es (No se confundan, por favor) alinear a un jugador “ofensivo” y a uno “defensivo”, balance es desarrollar de forma óptima cada fase del juego, sin descuidar ninguna. Y balance también es encontrar homogeneidad en cuanto al nivel promedio del grupo. En ese sentido, no pareciera haber más camino que continuar el proceso de alfabetización. En su momento Farías corrió a nacionalizar a todo futbolista que tuviera una mínima relación con Venezuela. Ahora pareciera que es un asunto, más bien, de instruir a los que habitualmente están en el banco. Noel Sanvicente y su cuerpo técnico deben estar trabajando para responder las interrogantes que dejó el partido. Y aquí no hay bombillos que se enciendan mágicamente: para ver luz hay que seguir ensayando.
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