El Zurdo contra Padilla
El Zurdo contra Padilla
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El Zurdo contra Padilla

Juan Sanoja
2015-05-18 21:12:49
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Análisis del partido de vuelta de la Gran Final.

El Deportivo Táchira salió con un ímpetu similar al que se observa en equipos que necesitan remontar un 0-3 en la vuelta de una eliminatoria. El balón corría rápido, y los futbolistas también. Si la superioridad no pareció tan abrumadora fue porque Trujillanos estuvo allí. Siempre estuvo allí.

La locura inicial la dirigió el Zurdo, por donde siempre pasó el juego negro y amarillo. Jorge Rojas estuvo filoso: leía los espacios y filtraba balones que dejaban en ventaja a sus compañeros. También retrocedía metros en la cancha para recibir y hacer jugar, crear desde el fondo. Todas las jugadas pasaban por el '16', quien lideró a su equipo desde el trote.

Yohandry se mostró como el mejor socio. Se acercó al Zurdo y generó peligro. Táchira movía bien el balón y estaba en condición de recuperarlo rápido, con una contextual presión tras pérdida. No obstante, las ocasiones no eran claras y pisar el área no entraba en las características del dominio. Mérito para Trujillanos, que no se aturdió en Pueblo Nuevo.

El timing de Osorio y Erazo le dio firmeza a la zaga y poco a poco los de Matuszyczk fueron creciendo en el juego. El equipo tenía la convicción de que podía hacer daño. Como adelantó Horacio entre semana, la intención no era meterse atrás. Y es que ni en el momento de mayor asfixia Trujillanos transmitió la sensación de que sólo le quedaba defender, que debía esperar con todos sus hombres porque, de todas formas, no iba a poder atacar.

En gran parte fue gracias a Padilla. El delantero se las arregló para herir a Táchira en inferioridad numérica -en los momentos en que peor la pasaba su equipo- y volvió a mostrar el repertorio que lo hizo destacar en la ida. La hiperactividad que desprende su fútbol no le resta control en sus piernas y, a pesar de su contextura, es muy difícil quitársela. Tuvo la capacidad de proteger de espaldas el balón, girar y correr ante CJ López y Wilker Ángel, futbolistas veinte centímetros más altos que él.

Después de un arranque sufrido, Trujillanos empezó a manejar el balón ante un Táchira desconcertado. Dentro de unas posesiones solventes, el juego se inclinó por la derecha con Jarol, Granados y un Sosa que cruzaba todo el campo para unirse a la circulación. Importante también fue Antón, quien le permitió a su equipo ganar alturas en la cancha. Peleaba el balón, lo aguantaba, y luego se lo dejaba a un compañero que viniese con el arco de frente. Irwin no cazagüirió, convivió con sus compañeros en varias zonas de la cancha y fue parte activa del fútbol de su equipo.

En este tramo del partido, el equipo de Matuszyczk también pudo controlar a Táchira al defender. Esperó bien simétrico con dos líneas de cuatro y redujo el poderío aurinegro a uno que otro balón filtrado entre mediocampistas y defensores.

El segundo tiempo no tuvo intervalos de dominio tan definidos. Las llegadas fueron repartidas, aunque Liebeskind fuese figura y Díaz no. Entró José Alí Meza y algo agitó. Táchira recuperó volumen, pero seguía el efecto del factor Padilla, al que le faltó temple para llegar a la gloria.     

Farías ordenó a Wilker pasar al medio y envió a Cermeño a la zaga. El enroque, por cosas de la vida, permitió a Ángel estar en el momento justo y en el lugar indicado para ganar la segunda jugada que terminaría en el penal. Un cabezazo suyo dejó el balón a Maestrico, quien se combinó con Orozco y, una vez en el área, recibió la falta que el Zurdo transformaría en gol.

Tras el 1-0, Horacio sacó a Mendoza para meter a Sergio Álvarez, un delantero con propiedades ideales para la épica, cuando llueven balones al área. Farías respondió con Lujano por Orozco para cerrar el partido y Matuszyczk se jugaría la última carta con Vallona.

Raúl tendría la pelota parada con la que fantaseaba su entrenador. Argenis se la tocó y este envió un zapatazo que no llegaría al arco por culpa de un defensor. Sin embargo, el balón le volvió a caer y casi marca un golazo, un tiro de pool de veinte metros que terminó en el palo derecho de Liebeskind. La inmortalidad le quedaría a Erazo, pero este volvió a pegar la pelota en el poste. En ese momento, se supo que Táchira sería campeón.