El cerrojo de Daniel
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El cerrojo de Daniel

Juan Sanoja
2015-05-11 18:18:47
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Análisis del partido de ida de la Gran Final

Carlos Javier López: “Sabíamos que no se iba a poder jugar. Lo planificamos de esta manera. Dejamos la llave abierta para definirla en casa”.

Al fin pudo dormir tranquilo. Se esfumó el estrés y, junto a él, la tensión acumulada en la espalda durante dos años y medio. Había logrado el objetivo: salió campeón, en su quinto torneo al mando del equipo. Ya conocía lo que era la victoria, pero este sabor era diferente. En aquella ocasión, con Anzoátegui, apenas se le acercó un vecino para reconocerle su labor. Nada que ver con la caravana multitudinaria que lo acompañó a recorrer San Cristóbal el lunes pasado. 

Luego del día de júbilo y descanso, tocaba preparar la ida de la final. Se reunió con su cuerpo técnico para determinar cómo iba a plantear el partido. En la ida no estarían Wilker, el Zurdo y Gerzon Chacón. La zaga ideal perdía a dos estandartes y la mitad de la cancha al playmaker. A pesar de la descomunal amplitud del plantel, eran bajas a considerar. La consecución de la estrella iba a depender del primer round en el Cementerio de los Grandes.

Así que, estadísticas en mano, decidió confiar en una hipotética victoria en Pueblo Nuevo (27 puntos en los 9 partidos del Clausura), lo que iba a condicionar el desarrollo del partido en Valera. Imaginó un encuentro de pocas ocasiones, con su equipo replegado en los últimos 30 metros y preparado para salir rápido a la contra. Y así fue. 

Alineaciones Trujillanos - Táchira | 9 de los 11 jugadores ya conocían el plan: fueron titulares en un contexto similar en el partido que tan buenas sensaciones dejó ante Racing en Avellaneda.  

Ante las bajas de Ángel y del insigne capitán, Daniel Farías reforzó la defensa: no sólo agregó un futbolista más a la zaga, sino que colocó un doble pivote que casi no se desprendió para atacar y le pidió orden y sacrificio a dos de los tres mediapuntas cuando el equipo no tuviese el balón. En criollo, Táchira esperó a Trujillanos con un gentío. Incluso, por momentos, los 11 jugadores llegaron a estar por detrás de la línea de la pelota.

El plan era aguardar con paciencia el error del rival o el momento idóneo para morder y robar, con la esperanza de que, con un buen pase, se generara una ocasión manifiesta de gol. El problema residía en lo lejos que le quedaba el arco a los futbolistas de Farías. Si tras recuperar la pelota lograban entregársela a Orozco, Meza o González, a estos no sólo les costaba divisar el arco de Leandro Díaz, también era una traba la distancia a la que se encontraban de sus compañeros. El guion estaba en blanco en esa escena, que se repitió varias veces durante el partido.

La página estaba vacía, en parte, porque el Plan B, que era mandar solo a la guerra al futbolista más adelantado, resultó inocuo. Que a César le tocase ese rol rozó la incoherencia. Maestrico seguramente sea el futbolista más talentoso de la plantilla aurinegra, pero no posee la velocidad, aceleración y resistencia para picar cada cinco minutos en busca de un balón al que sabe que muy probablemente no va a llegar.

No obstante, Táchira logró asentar una que otra posesión en campo rival. Sobre todo en el primer tiempo. Si uno de los tres de arriba recibía el balón, se dedicaba a aguantarlo mientras esperaba que sus compañeros se sumaran al ataque. Cermeño, Kaki y Lujano se mostraron en diversos momentos. Le bastó al equipo para mover la pelota de un lado al otro en cancha rival, pero no fue suficiente para crear peligro en inferioridad numérica. 

Tampoco pudo hacer mucho daño Trujillanos, que tuvo el balón y la iniciativa durante todo el encuentro. Las posesiones fueron de equipo paciente, pero carecieron de la tensión y la creatividad suficientes para llegar a Liebeskind.

Los centrales podían conducir sin problemas hasta la mitad de la cancha, donde comenzaba verdaderamente el juego: el ejercicio de ataque y defensa en el que se resumió el encuentro. Algunas veces optaron por mandar un balón en largo, que con Álvarez en la cancha es todo menos un pelotazo, y en otras decidieron empezar a construir desde el fondo.

Sosa estuvo participativo, bajaba a la altura de Erazo y Osorio y la pedía. Quería ser protagonista y confiaba en su habilidad con la pelota en los pies. Tocó muchos balones. La mayoría de ellos, donde Táchira quiso. Padilla, incisivo, corrió por toda la cancha y apoyó ataques allá por donde se movía, esfuerzo insuficiente para generar por dentro, ante tanto jugador de Táchira comprometido.

El partido obligaba a los de Matuszyczk a jugar por fuera. No pocas veces lo intentaron González y Sosa, más aún Granados y Herrera. Pero allí, bajo la mirada atenta de los centrales, siempre estaba un mediapunta, un mediocentro y un lateral. El puente, el cuerpo y el pasador del cerrojo de Daniel.