De la hipotermia a la fiebre (Chile 3-1 Venezuela)
De la hipotermia a la fiebre (Chile 3-1 Venezuela)
Vinotinto

De la hipotermia a la fiebre (Chile 3-1 Venezuela)

Juan Pablo Chourio
2017-03-28 21:38:00
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Por espacio de 60 minutos Venezuela pudo encajar cinco o seis goles; sin embargo, la mala puntería chilena evitó la debacle. A partir de allí, la Vinotinto emergió, descontó y cambió las sensaciones de un partido nefasto

Desde que Chile empezó a competir como una selección del primer orden, cada vez que Venezuela los enfrentó la tarea era cuesta arriba. No solo porque “La Roja” era un gran equipo, sino también porque resaltaban nombres propios que decantaban el partido para un lado: Humberto Suazo, Jorge Valdivia, Alexis Sánchez y Arturo Vidal son los responsables que en los últimos siete partidos oficiales el país austral posea cinco victorias, un empate y una derrota frente a la Vinotinto.

La consigna de Rafael Dudamel para afrontar el tramo final de una Eliminatoria pérdida es hallar un estilo de juego y conseguir los intérpretes adecuados. En sus alocuciones destaca que se trabaja para el mediano y largo plazo: Qatar 2022 es el objetivo que se avizora en el horizonte lejano. Es por ello que inició un proceso de renovación con jóvenes muy talentosos. La incorporación a la convocatoria de Wuilker Fariñez, Yeferson Soteldo, Jhon Murillo, Adalberto Peñaranda, Andrés Ponce y Yangel Herrera es la demostración fidedigna que la next generation está asentándose paulatinamente en los listados vinotintos.

La renovación calma a las ávidas masas que buscan culpables; sin embargo, su rendimiento adecuado con la selección se alcanzará cuando la idea que pretende proyectar Dudamel sea internalizada por cada uno de los jugadores. Los Vizcarrondo, Perozo, Amorebieta, Lucena, Seijas, Vargas, “Maestrico” y, quizás, Rosales, abren espacio para otra camada vinotinto que ilusiona –mucho– más que la cohorte de los Romo, Baroja, Camacho, Flores, Acosta y Del Valle.

Encomendados al desequilibrio de Murillo, el regate de Otero y la solidez de Rincón, la Vinotinto se plantó para visitar a Chile.

La demostración de los dirigidos por Juan Antonio Pizzi desnudó las falencias de un combinado que se replegó de más y nunca salió a defender hacia adelante. Sin oposición alguna por las bandas, sobre todo la de Alexander González, quien estuvo más expuesto por lidiar con Beausejour y Sánchez, Venezuela concedió demasiadas licencias a un rival que urgía de puntos tras perder contra Argentina.

El primer tiempo y parte del segundo fueron minutos espantosos: todo salía mal y ni siquiera se lograba cortar balones que, a priori, parecían sencillos. La salida chilena desde el arco de Bravo se gestaba sin oposición alguna y, cuando sucedía, el local tenía suficientes recursos para salir ileso. Arturo Vidal, como playmaker, ocupaba una gran cantidad de espacio en el campo, pues recibía el balón de los centrales y también conducía en ataque. 

Chile borró a Venezuela, y Venezuela no se oponía. Y es que entrar al campo vinotinto no era difícil, solo la presencia de un efectivo en el área generaba caos. La jugada del segundo gol demuestra cómo Villanueva y Ángel se solapan al momento de marcar a Sánchez.

El inicio del complemento fue una continuación de un dominio que se tradujo en el “ole, ole” que entonaba el público. Sin la labor de Fariñez bajo los tres palos y los dos errores puntuales en definición de Vidal, el marcador se pudo haber ampliado a una diferencia escandalosa. Chile seguía en ataque, estaba cómoda y pretendía redondear una goleada con un tanto de antología: Alexis Sánchez intentó batir al novel arquero con un sombrerito.

Cuando los aficionados vinotintos deseaban el pitazo final en un prematuro minuto 60, sucedió lo impensado, el fútbol –ese deporte impredecible y dinámico– le concedió un tiro libre lejano a Otero que transformaría en asistencia para Rondón. Luego, tras casi 2/3 de partido sumidos en un letargo y aspecto irreconocible para la alta competencia, la Vinotinto despertó. En parte porque un gol genera muchas emociones positivas, en parte porque Chile sentía mucha comodidad y tranquilidad de que el 4-0 eventual caería en cuestión de tiempo.

La cancha, que estaba inclinada hacia el arco de Fariñez, cambió. Venezuela se empezó a animar en ataque y demostró que se siente más segura intentando perforar el arco contrario, que manteniendo un cero. El ingreso de García por González, y Peñaranda por Machís, colaboró con lo que se vería en instantes. Dos disparos de Tomás Rincón –uno que hubiese requerido el ojo de halcón– llenaron de energía a la selección. Dentro del termómetro de las sensaciones, cuando la sangre corre más rápido a través de las venas, la Vinotinto pasó de la hipotermia a la fiebre. No solo el disparo del capitán necesito mejor lupa del árbitro uruguayo, sino también una jugada en la que Otero cayó dentro del área. Minutos después, Feltscher ejecutaría una llave de lucha libre para tumbar a Pablo Hernández que serviría para que Wuilker Fariñez se luciera: el guardameta de 19 años le atajó un penal a la figura del Arsenal, Alexis Sanchez.

El corazón vinotinto seguía acelerado, pero no generó más peligro. El partido culminó con la sensación de que pudo ser mejor; sin embargo, no se puede ignorar ni soslayar que Venezuela estuvo congelada, con hipotermia y vulnerable por 60 minutos.