La Vinotinto versus la cultura (Colombia 0-1 Venezuela)
La Vinotinto versus la cultura (Colombia 0-1 Venezuela)
Vinotinto

La Vinotinto versus la cultura (Colombia 0-1 Venezuela)

Lizandro Samuel
2015-06-14 16:12:24
2.071

Salomón Rondón marcó el único gol del partido

“Dime con qué mediocentro andas y te diré qué equipo eres”, Juanma Lillo

“Es curioso como el fútbol siempre ha sospechado que la modernidad siempre es la patria de los vigorosos y no de los sutiles”, Santiago Segurola

 

  1. Uno de los significados de la palabra cultura, según la Rae, es “Conjunto de las manifestaciones en las que se expresa la vida tradicional de un pueblo”. En Venezuela, esas manifestaciones que definen el día a día del fútbol local están llenas de axiomas tan arraigados en la idiosincrasia colectiva que desafiarlos es equivalente a haberse declarado ateo en la Edad Media. Estos rasgos culturales desprecian a los enganches, defienden un uso retrograda de “complementos” –es decir que por cada jugador “ofensivo” debe haber uno “defensivo”–, ven con desprecio el desarrollo de técnica con pelota en defensores y arqueros, asumen que cuando el rival tiene más recursos para jugar hay que replegarse hasta el campo propio, creen que poner más “recuperadores” en cancha es garantía de seguridad, y, por supuesto, lo importante absolutamente siempre es “echarle bolas”; porque con eso, se cree, se gana los partidos. Chita desafía a la cultura.
  2. La alineación de Luisma Seijas como volante central responde a una intención: la necesidad de que los que jueguen por el medio sepan hacer eso, jugar. Es cierto que Luisma podría llegar a lucir disminuido en la defensa posicional; sin embargo, la visión corta y limitada de los análisis reduccionistas suele poner el foco en el jugador, y no en el todo. Esto último resulta un craso error. Luisma y Tomás desplegaron en sus movimientos el prontuario táctico de Noel. Sobre todo, Tomás. Fue el principal encargado de mantener el equipo corto, de pegar las líneas. Con la pelota se animó: tocó y fue hacia adelante. Se asoció con los volantes de segunda línea, hizo paredes, llegó a zona cuatro. En las transiciones defensivas, no se replegó: mordió con ahínco, invitó al equipo a salir. La coordinación entre él y Seijas fue determinante en el primer tiempo. Dos volantes de primera línea que corrían hacia adelante, que llegaron a atacar al mismo tiempo. Un desafío cultural para Venezuela como país fútbol. Un desafío que se atrevió a hacer en su momento Richard Páez con Mineros de Guayana, uno de los mejores equipos de la historia reciente del fútbol local.
  3. Tener a un jugador como Luisma en esa zona permite limpiar jugadas y liberar al equipo de la presión rival. En el minuto 22, aproximadamente, Colombia encerró en el círculo central a Ronald Vargas. De haber perdido la pelota, se hubiese producido un contragolpe que hubiese encontrado descompensada a la defensa venezolana. Ronald se asoció en corto con Seijas y salieron librados. No es cosa de tener un “constructor” y un “destructor”, se trata de tener a los mejores intérpretes para los principios del modelo escogido. No es valentía, es coherencia.
  4. Venezuela se paró con un bloque corto alto. Defendió en zona tres propia. Durante la defensa posicional se paró con un 4-4-2. Juan y Salo en punta. El equipo se mantenía replegado, corto y atento. La presión fue con matices. Existió, pero en momentos determinados. Cuando Colombia trataba de salir por las bandas, arrancaba la presión: Ronald y el Lobo atosigaban a Armero y Zuñiga, en función a quien tuviese la pelota. Si eran superados, Rosales y Amorebieta iban a presionar hasta la mitad de la cancha de ser necesario. Venezuela entendió que si quería tener posibilidades de controlar el partido, debía mantener la pelota lejos de su área y no desorganizarse. Zapata y Zuñiga, centrales colombianos, tuvieron libertad para jugar hasta zona dos propia; pero, ¿a quién se la pasaban? La intención era encontrar a Sánchez en la mitad de la cancha, pero él quedaba aislado entre Salo y Arango, y Tomás y Luisma. Cuando retrocedía para recibir, Salo o Juan iba a presionarlo y el equipo entero mordía, intuyendo una posible recuperación. De esta forma se produjeron, quizá, los mejores 45 minutos de la era Chita. Venezuela dominó el primer tiempo: se jugó donde quiso y hasta tuvo mejores ocasiones de gol.
  5. Con esta presión matizada, más una rápida recuperación en las transiciones defensivas, Venezuela pudo haber creado más peligro. La limitaron dos cosas: en su transición ofensiva se encontró con una Colombia que se reorganizaba muy bien y reducía los espacios de forma notable; mientras que en el ataque posicional se evidenció la dificultad de los venezolanos para jugar entre líneas. El método escogido para el ataque, finalmente, fue asociaciones cortas por las bandas, de forma directa y con búsqueda incesante por el arco rival. A veces surtieron efecto, aunque no era fácil.
  6. Pero si en algo, y solo en eso, se veía disminuido el equipo de Pékerman al momento de defender, era en los duelos directos dentro del área, donde lució Salomón Rondón. El delantero logró destacar en cada faceta de juego, realizando recorridos importantes sin balón y manteniendo una intensidad digna del mejor fútbol. Su tarea pendiente era involucrarse más en la elaboración de juego. Junto a Arango entendió cómo hacerlo. Reiteradas veces retrocedió o cayó en las bandas. Luego de realizar descargas llegaba con ventaja al área rival. El rumor del gol que se concretó venía oyéndose desde hacía minutos. Ni Zapata ni Murillo lograban poner sus escudos con eficacia ante la lanza incesante del Gladiador. El gol fue el premio a saber jugar, la consecuencia del cómo. Escribió alguna vez Dante Panzeri: “El gol es más hijo del juego que del shot”.
  7. Con el pasar de los minutos en el segundo tiempo, la cultura volvió a hacer lo suyo, apoyada en la apremiante Colombia. Si Venezuela había encontrado una zona de relativa seguridad y control, había sido por defender adelantada, por tener el equipo corto, por tener una primera línea compuesta por dos hombres y no por uno. En ocasiones, pareciera un tema psicológico: el resultado a favor activa un gen instintivo, una conducta enseñada en la niñez, que le pide a los defensores retrasar líneas. No importó que Tomás se esforzara por ir hacia adelante, o que resultara evidente que retrocediendo se perjudica a Luisma y al conjunto en general; poco a poco el equipo se fue más y más atrás, alargándose, incluso. Claro, sería reduccionista hablar solo de una situación mental: Juan, por ejemplo, empezó a tardarse un poco más en salir, lo mismo que el Lobo y Ronald; el desgaste era una variable natural. Y, por supuesto, Colombia hacía lo suyo: al minuto 63 sustituyó a Sánchez por Cardona. El conjunto cafetero empujaba con fuerza. Así, desnudaba una certeza que se expuso en un par de ocasiones en el primer tiempo: si Colombia lograba pasar la mitad de la cancha, automáticamente se convertía en un equipo infinitamente superior a Venezuela. Esto empezó a suceder con alarmante frecuencia en el transcurrir de los minutos.
  8. Es idiota y débil aquél que entiende una sola verdad. Está condenado el que cree que el fútbol se juega de una determinada forma. El fracaso será inminente para quien no sepa adaptarse. Noel, si bien interpretaba que estaba entrando en un terreno que favorecía al rival, no podía soslayar la conducta que estaba asumiendo su equipo. Le resultaba imposible cambiarla: él no estaba jugando, no se encontraba dentro de la cancha; aunque haya quienes promuevan lo contrario, el fútbol es de los jugadores. Son ellos quienes deciden. El técnico solo debe saber guiar y ordenar sus conductas. Así hizo Chita: la entrada de Lucena, primero; y la Cichero, al final, fueron la forma de compensar el fondo, de asumir lo inevitable: Colombia los iba a acorralar. El resultado dependería, entonces, de la capacidad de definición del rival, de sus posibilidades de generar espacios. No se podía ser superior ya, pero se podía poner obstáculos. Con una línea de fondo de cinco jugadores y un equipo totalmente replegado, se le quiso hacer espeso el transitar a los colombianos, mientras se veía con frecuencia el reloj. Baroja, en esta etapa, fue decisivo con un par de atajadas.
  9. Se ganó. Eso es bueno, pero lo más importante es cómo se ganó: jugando bien. Es cierto que en los minutos finales Colombia pudo empatar, como también lo es el hecho de que –sobre todo– en el primer tiempo Venezuela pudo sacar una ventaja mayor. No solo se entendió al rival, sino que se potenciaron las virtudes propias y se escondieron los defectos. Los jugadores mostraron un nivel de internalización mayor en los conceptos de Chita: los defensores, por ejemplo, hicieron recorridos hacia campo rival al defender. Se controló el partido durante 45 minutos. Lo más importante de todo (Porque, entiendan, los triunfos y las derrotas van y vienen, los resultados dependen de circunstancias fortuitas; y, una victoria, jugando mal, producto de la suerte, no es un éxito) es que poco a poco se caen las limitaciones. La palabra cenicienta tiene un importante significado en este país. No porque en otros sitios vean a Venezuela por encima del hombro, sino porque la sensación de pequeñez sigue existiendo en el inventario mental, es por eso que cuesta tanto atreverse a otras fórmulas, pensar en actualizarse. Venezuela es un país que ha soñado con grandes edificios, aunque tras años de intentos de desarrollo no sabe usar el cemento. Desafiar la limitante cultura es lo que tanto obsesionó a Richard Páez, e, incluso, a César Farías y su obsesión por la organización en un país de irresponsables y dicharacheros. Con Chita el proceso sigue en marcha. El rival no es el resto de Sudamérica. El verdadero rival de la Vinotinto es la propia Venezuela.